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Foto: Marta G. Brea |
El fútbol ha ido dando pasos hacia adelante desde aquel primer día en el que un balón corrió por la campiña inglesa. Pasos tan grandes que hasta los más clásicos y románticos a veces nos tropezamos al darlos y si usted, querido lector, piensa que un tipo con el dorsal 32 solo puede ser dos cosas: un canterano o un jugador de baloncesto, sabe de lo que hablo.
Porque mucho antes de que las camisetas llevaran nombres de coches y casas de apuestas sobre ellas lo más que se le podía poner a una era el escudo en el pecho y un número en la espalda.. unos números que surgieron simplemente para diferenciar a unos jugadores de otros, pero que con el tiempo, y casi por si solos, tomaron vida, personalidad propia y todo el mundo sabía que el "11" corría siempre pegado a la cal izquierda y ponía esos precisos centros para que el "9" se hinchase a meter goles.
Y esos números han sido casi siempre sagrados para el mundo del fútbol.. hasta que en los últimos años se han dedicado a mancillar su honor. Solo algunos genios, los elegidos en su infinita grandeza han podido cambiar la historia y se han inventado un mediocentro que juega de "4" o han conseguido que un montón de mediapuntas deseen tener el 5 a su espalda.
Pero el mundo no está lleno de genios, y nos hemos cansado de ver a delanteruchos con el 4 o a defensillas con el 7.. y en Vigo no nos quedamos atrás, que más de un partido la celeste con el dorsal 9 la llevaba un tal Borja Aguirretxu. Por no hablar de los dorsales por encima del 11.. hemos visto a porteros con el 99 o a mediapuntas con el 80 dando patadas a la historia. Se preguntaba hace años Julián García Candau
¿De que juega un "21"? solo Álex López lo sabe.
Pero no todos los dorsales sufren esa afrenta, el 10, salvo deshonrosas y escasas excepciones, sigue siendo un número mágico, el 10 sigue siendo el 10, el bueno. Nunca importó su posición, en el fondo da igual si delantero o mediapunta.. "solo" tiene que ser especial. Pelé, Maradona, Roberto Baggio, Puskas, Mazzola.. ¿y en Vigo? de aquella no había dorsales pero lo hubiese llevado Aretio junto a Rivera, Gudelj, Mostovoi.. y ahora Iago Aspas.
Cuando el verano pasado Trashorras dejó el Celta en el club tenían claro cual era el único jugador de toda la plantilla que no estaba en venta a precio de mercado, el único intocable, el especial.. ese era el de Moaña. Y lo primero que hicieron fue darle el 10, darle el peso de la historia, el número de Gudelj, el número de Mostovoi, el número que todo niño en A Madroa sueña vestir. Porque el 10 es mucho más que una cifra, es una responsabilidad y, casualidad o no, justo este año, con el 10 a la espalda, es cuando Iago Aspas explota, cuando da un paso hacia delante, tira del equipo y presenta su candidatura a la eternidad, una eternidad que casi se ganó cuando aun jugaba con el 28. Triplica sus estadísticas del año pasado en casi los mismos minutos, participa en un gol del Celta cada 72 minutos, los suyos son los que más puntos han aportado este año al equipo, etc.
Y si, se encabrita, se tira, lo amonestan.. pero es el precio que hay que pagar por tener a un genio. Porque al fin y al cabo, y hasta que muera el último romántico, en el fútbol el 10 siempre será el 10, el especial, el bueno.. el de Moaña.