No se puede negar. Aunque muchos lo intenten esconder, la rivalidad que genera el fútbol provoca que, casi de manera inconsciente, se viva pendiente de la actualidad del vecino rival casi tanto como de la propia. Bien para mofarse en los momentos de desgracia ajena, o bien para envidiar cuando el éxito visita el feudo contrario, uno siempre está atento a lo que sucede “al otro lado del río”, llegando al punto de que las derrotas del enemigo se convierten en victorias propias, y viceversa.
Aficionados de Celta y Depor experimentan a diario esta sensación. Tras vivir malos años en este aspecto, siendo víctima de continuas burlas y mofas procedentes del norte, el aficionado celeste celebró, en general, el descenso esta temporada del club coruñés como si de un título se tratase (al igual que hizo la afición deportivista en el anterior descenso céltico o, sin ir más lejos, en el frustrado ascenso de esta campaña). Las cosas parecían haberse igualado y ambos conjuntos partirían de cero en la carrera del ascenso.
Pero, pronto todavía para rivalidades estrictamente futbolísticas, la atención se ha centrado en la campaña de abonados. Desde A Coruña, como viene siendo habitual, no tardaron en restregar el éxito de su programa de captación de socios, comparándolo, sin venir a cuento, con el del Celta, que todavía por aquel entonces, no se había iniciado. Fue algo que no sentó bien en Vigo y, desde la ciudad olívica, no se tardó en asegurar que el equipo vigués igualaría sin problemas las cifras coruñesas.
No obstante, la realidad, a principios de agosto, es bien distinta. El Deportivo acaba de anunciar que alcanza los 20000 abonados, casi un 25% más de los que tenía en Primera División; la ciudad ha respondido y, lejos de la actitud fría a las que nos tenía acostumbrados, ha dado una gran muestra de apoyo a su equipo. Mientras, en Vigo, dos semanas después de la penosa y vergonzosa campaña de abonados, hecha tarde, mal y a rastras, los datos son bastante tristes; parece difícil que se superen los 13000 socios de la temporada pasada y resulta casi imposible soñar con alcanzar al eterno rival.
Muchos le echarán la culpa a los precios, pero la verdad es que tener un abono en Riazor es más caro que ser socio de Balaídos. Es más lógico alegar que desde A Coruña se han esforzado muchísimo más en la realización de la campaña de captación, trabajo que en Vigo parece brillar por su ausencia: Lendoiro se ha tomado más en serio el objetivo de que sus jugadores se sientan arropados que Mouriño, quien parece que ha improvisado todo a última hora. Asimismo, también es verdad que el Deportivo vive su primer año en la categoría de plata y la afición suele estar más predispuesta a ayudar la primera temporada que tras cinco años en el infierno, caso del Celta.
Veremos, a final de temporada, cómo acaba la cosa y qué estadio presenta mayor afluencia. Aunque duela, hay que reconocer que la afición deportivista ha dado un ejemplo de amor a sus colores y, de momento, nos ha barrido por goleada. En Vigo, la campaña de abonados todavía es joven y, aunque parece difícil, se puede revertir la situación. Ellos ya se han puesto las pilas: nos toca a nosotros.
