Sin ti no soy nada


Esta frase, perteneciente a una famosa canción del grupo aragonés Amaral y recientemente popular por la trifulca que provocó entre uno de sus componentes y el candidato a presidente del gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba debido a su utilización por este último en un discurso político, resume a la perfección la relación que vivieron durante el curso pasado dos futbolistas del plantel celeste: David Rodríguez y Quique De Lucas.

Ambos llegaron al Celta el verano pasado, el delantero talaverano lo hacía para iniciar su segunda etapa, con la intención de proporcionar el elemento fundamental del que había carecido el atrevido y preciosista equipo de Eusebio: el gol. Paco Herrera, también un recién llegado, fue consciente de que sin el divino tesoro del fútbol, el ascenso sólo podía ser considerado como una quimera, así que instó a la dirección deportiva a incorporar a futbolistas de ataque. Junto a los mencionados David y De Lucas, llegaría también Joan Tomás, pero iban a ser los dos primeros los que se erigiesen como las referencias ofensivas del nuevo Celta. Ambos transformaron al perro ladrador en mordedor, convirtieron al conjunto celeste en dinamita para las áreas rivales, fueron el elemento diferencial.

Desde las primeras jornadas se vio que entre los dos surgió una extraña conexión, una capacidad irracional para comunicarse dentro del terreno de juego. Parecían entenderse sólo con la mirada, interactuando a la velocidad del rayo. Su rapidez y verticalidad convirtió al Celta en una escuadra de contraataque, veloz tras el error del rival e impasible ante el marco contrario. Juntos marcaron las diferencias a favor del Celta en el primer tramo de la competición, alzando al equipo a lo más alto de la clasificación. Alimentaron al conjunto a base de una receta simple y única: balón en largo por banda, conducción rápida de De Lucas y pase a David quien remacha en boca de gol. De esta jugada vivió el equipo vigués durante casi todo el año.

Y digo casi todo el año porque, a partir de marzo, la conexión sufrió un cortocircuito. Ambos dejaron de ser veloces, ambos dejaron de resultar infalibles, ambos dejaron al Celta sin gol. El equipo comenzó a hundirse al mismo tiempo que lo hacían ellos; el grupo había perdido su sustento más necesario. Regresaron a chispazos, como el día del Elche, pero no volvieron a ser los de inicio de temporada.

Ojalá que en esta campaña que comienza vuelva a restablecerse la conexión. Una conexión que convirtió a un equipo deprimido y perdedor en una escuadra alegre y ganadora. El uno por el otro, el otro por el uno, ambos deben entenderse en conjunto, no por separado. Su compenetración es vital para que nuestro Celta pueda volver a pelear por el ascenso. Porque puede ser que David no sea nada sin De Lucas, que De Lucas no sea nada sin David, pero lo que es seguro es que el Celta no es lo mismo sin ellos dos.

Moi Celeste

0 comments:

Publicar un comentario