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Foto: Faro de Vigo |
Tiempo de tango. Veinte años se cumplirán en abril del penúltimo ascenso céltico. Se concretó en la 36ª jornada (4-0), en Balaídos, con doblete de Gudelj, a los que sumaron Otero y Vicente sus propios goles. Ejerció de víctima el Sestao, invitado recurrente a los festejos celestes (como anfitrión, presenció también el ascenso de 1987). Miembros de aquella escuadra esperan celebrar el aniversario con otro regreso a Primera. Admiten, para cerrar el ciclo, paralelismos entre el grupo que dirigía Chechu Rojo y el actual de Paco Herrera.
El de la temporada 91/92 era un equipo que mezclaba generaciones. Sobrevivían en la plantilla tipos en el umbral de la leyenda, como Atilano, Vicente o Maté. Eclosionaban jóvenes como Otero. Del extranjero llegó un joven bosnio, pronto incorporado al santoral del celtismo. "Gudelj, Gudelj", aprendieron a bramar las gradas. En 26 ocasiones corearon su nombre tras el zumbido de las mallas.
"Fue un año extraño para mí", admite Maté. Al cancerbero burgalés, tras una década de reinado, lo heredó Villanueva. Pasó de disputar los 38 partidos de la liga anterior a que su joven compañero igualase esa cifra. "Pero el equipo cogió muy bien la onda. Defendíamos como el Eibar y atacábamos como podíamos. Gudelj hacía mucho daño. Componíamos un buen equipo, no de mucha calidad pero sí compacto, serio, duro".
Maté destaca que los veteranos pusieron los cimientos del éxito. "Muchos llevábamos años. Habíamos vivido otros dos ascensos. Transmitíamos oficio. Vicente y Atilano respondieron en la dirección del grupo", indica Maté. "Y él también estaba en eso", matiza Atilano sobre el portero. "Quizás poseíamos más carisma. Pero todo el mundo tenía su rol. Villanueva se salió en la portería y Gudelj en la delantera. También rindieron los teóricos secundarios, como Gil, Damián, Dadie, Fabián, Salillas, Mosquera, Juric... Y lo de Otero fue un espectáculo. No había grandes nombres, pero sí mucho trabajo. Todos funcionábamos a una".
Otero viviría después la gloria con otras camisetas (Atlético, Betis). "Pero ningún ascenso fue tan especial como con el Celta, donde me había criado", explica el nigranense. Recuerda especialmente "el buen "feeling" que existía en el vestuario entre jóvenes, recién llegados y aquellos veteranos con tanto peso, que habían marcado una época". Atilano promueve la comparación entre pasado y presente. "Existen muchas semejanzas", establece y concreta un par: "La portería, con Villanueva, y la defensa funcionaron muy bien, como ahora. Y el caso de Oubiña me recuerda a Vicente, que también salía de dos años sufriendo por culpa de las lesiones".
Capitanes, de larga trayectoria céltica, centrocampistas de calidad, fríos en su apariencia externa, desafortunados en salud. Maté acepta la tangencia con Vicente y considera a Oubiña como "responsable" de la buena trayectoria del conjunto. "Transmite cordura y sensatez". El pivote vigués ha contagiado al colectivo de "una gran consistencia y equilibrio. Encajan pocos goles, aunque ahora les cueste meter más". El Celta, en general, ha ganado oficio, como aquel suyo. Ambos supieron entender que "en Segunda hay que ganar muchos partidos, pero también saber no perder otros tantos".
"Yo creo que el Celta es un serio candidato al ascenso directo, seguramente el más claro junto al Deportivo", indica Otero. "Aunque el fútbol no es una ciencia exacta. Estos enfrentamientos directos contra Almería y Valladolid pueden marcar el futuro", advierte. Con sus mil batallas frescas en la memoria, los exjugadores se mueven como funambulistas entre el optimismo y la cautela. "Nunca se sabe. Quedan 17 jornadas", comenta Atilano. "Es difícil realizar previsiones a largo plazo. Sé que estamos en el buen camino. Debemos ir paso a paso. No hay que meter presión a la plantilla, sino transmitirle sentimientos. La afición tiene su papel. Y los veteranos con nuestras experiencias, sabiendo que pueden llegar los disgustos. Si todos estamos unidos, habrá un final feliz".
Armando Álvarez /Faro de Vigo