Quiero pensar que cuando Carlos Mouriño amenazó con llevarse al equipo a otra localidad solo formaba parte de un plan trazado con la intención de conseguir la utopía de tener Balaídos en propiedad, o la construcción de una ciudad deportiva que permitiese crecer a la entidad. Esta última opción sería más creíble y posible, aunque exigiría por parte del Concello ciertas licencias.
Entendemos que el Presidente céltico no tiene ningún interés en llevarse al equipo de la ciudad que lo vio nacer, crecer, consolidarse y convertirse en uno de los clásicos del la Liga. El Celta, de Vigo, es el décimo equipo de España por número de partidos en la máxima categoría, y por supuesto es el primero de Galicia, representando a la ciudad más poblada de Galicia, y a un sentimiento, que desde la ciudad más industrializada del país, representa como pocos el espíritu gallego.
Por otro lado, Balaídos es un emblema para el Celta. La casa del equipo desde 1928, tanto tiempo que pocas personas vivas recuerdan al Celta jugar en Coia, el primer estadio del equipo, que estaba situado aproximadamente donde hoy está el Toy R’us, entre Barreras y Torrecedeira.
Imaginarse cualquier cosa que no sea al Celta jugando en Balaídos es un ejercicio doloroso que no augura nada bueno. El equipo debe seguir jugando en el mismo estadio en el que todos los que pasamos por aquí nos enamoramos del equipo. Y por supuesto, seguir siendo un club de Vigo. Porque una cosa es que el estadio esté en Nigrán, y otra muy distinta es que, como sucede en México y Estados Unidos, el club se mude a otra ciudad, tal y como recordó esta mañana Carlos Mouriño.
