Cuando el Celta logró el ascenso a Primera División, en el año 2012, estaba a punto de cumplir 90 años. Durante esas casi nueve décadas de vida nunca había fichado a un jugador danés. Entonces llegó Michael Krohn-Dehli, convertido en el pionero de una moda que se ha instaurado desde entonces: fichar jugadores daneses.
Dinamarca siempre se ha caracterizado por contar con jugadores técnicamente destacables. En La Liga habíamos visto a jugadores como Lauridsen, que jugó en el Espanyol y en el Málaga, o Michael Laudrup, que hizo las delicias de los aficionados del Barcelona primero, y posteriormente de los del Real Madrid.
Krohn-Dehli tenía una línea parecida, y pronto enamoró al celtismo por su clase y su pundonor. El Celta sabía que había encontrado un filón en este país escandinavo, y cuando el centrocampista dejó el Celta en 2015, su sustituto fue otro danés: Daniel Wass. Para entonces, la secretaría técnica ya había echado sus redes sobre este país. Se visionaban muchos partidos, se seguía a jugadores y en muchas ocasiones viajaban representantes de la dirección deportiva a ver en directo a futbolistas de la Superliga.
En el verano de 2016 llegó Pione Sisto, fichado del Midtyjlland, que había destacado en la Europa League gracias a una gran eliminatoria ante el Manchester United. El ritmo seguía aumentando, y en el mes de enero de 2017 llegaba el cuarto danés: Andrew Hjulsager, uno de los más destacados Sub-21 del país, que llegaba procedente del Bröndby.
En el verano de 2017, Dinamarca volvió a tener mucho que ver con el Celta, que seguía pescando en esta liga con el fichaje de Stanislav Lobotka, procedente del Nordsjaelland, y a renglón seguido fichaba a Emre Mor, internacional con Turquía, pero nacido y criado futbolísticamente en Dinamarca. Y este verano llegó Mathias Jensen, sexto danés fichado por el Celta en apenas seis años. Y no será el último.
Si tuviésemos que montar un grupo de indie no le llamaríamos "Viva Suecia", sino "Viva Dinamarca".
