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Foto: Alba Villar / Faro de Vigo |
Decía Iván Ferreiro en la
canción que da por nombre a este artículo que había algo sobrenatural en la
manera de bailar. Pero bailar de forma sobrenatural la manera en la que bailan
las decisiones ejecutivas en la sagrada casa del Celta. Porque realmente uno no sabe si realmente en
la ‘planta noble’ las cosas se planifican y se piensan… o si se juega a la
ruleta rusa futbolística. Porque las decisiones que se toman y sobre todo la
solidez de las mismas es tan consistente como un flan.
Vaya por delante la justificación: No solo no
tengo nada -pero lo que se dice nada - en contra de Claudio Giráldez, si no que me identifico con él. Me
identifico con su trato a la pelota, con el futbol de ataque y tenencia de
posesión efectiva, con la sobrecarga de recursos ofensivos, con la idea de
generar con el balón y no esperar. Me seduce ese fútbol. Estoy deseando verlo.
Del mismo modo tengo que
reconocer que no me gustaba la propuesta de Benítez. No por llevar la
contraria. No por ser Benítez. Si no por algo realmente tangible: Por su estética,
por su manera de entender la contención, por el agazapamiento. Porque para mi
el fútbol no es la espera, si no la acción. Me gustan los equipos que quieren el
balón, que lo tratan, que lo llevan en perpendicular a portería, que buscan el
arco. Pero como dije en varias intervenciones en diferentes foros eso son
tendencias, gusto o escuela. Nada es bueno ni es malo en este aspecto. Es efectivo
o no efectivo. O gusta o no gusta. Y es simplemente así.
Benítez no engañó a nadie. Nunca ha negado su perspectiva ni su manera de
entender el futbol. Nadie puede dudar de su currículum. Nadie puede negar de su
profesionalidad ni de su perseverancia. Hace un par de meses, en el Podcast Celeste, en
una entrevista que organizamos desde el Colectivo Resistencia Celta (https://www.youtube.com/watch?v=GDbC0y5zvW0)
el mismísimo Vicente del Bosque indicaba que Benítez -al que conocía bien de su
trabajo y por afinidad personal - era un ‘hombre algo cabezón, metódico y
obsesionado con la táctica’.
El problema es ¿Quién pensó -si
es que se hizo- en estos factores a la
hora de hacer la preparación de este año?¿Qué tipo de lumbrera, que tipo de illuminati
pensó que la manera de entender el futbol de Benítez era lo que el Celta precisaba?
Si la decisión era cuando menos muy
cuestionable, la demencia ya se vuelve plausible cuando a diez jornadas del
final, otra idea feliz vuelve a presidir la decisión (¡Viva la pepa!) de rescindir
a un entrenador de amplísima experiencia.
Y ahora nos jugamos todo con un chico de 36 años, recién llegado al
futbol profesional y vendemos a la afición que él es la solución. ¿Se puede ser más
bipolar? ¿Se puede ser más irreflexivo? ¿Se puede ser más hipócrita?
En cualquier empresa moderna es
necesario observar los problemas desde distintos enfoques y adoptar una
estructura flexible que permita actuar con rapidez para adaptarse a cada
situación. Se trata de aprender a reflexionar y reaccionar in situ.
Pero los Mouriño, en su decimoctava o decimonovena acción irreflexiva e incoherente, deciden que van a reclutar al Celta, a Claudio,
a los jugadores y a la afición para la santa hermandad del Escuadrón Suicida. Y
lo hacen a sabiendas. Improvisando una
vez más. Especulando una vez más. Parcheando una vez más. Abrazando una idea
feliz, una vez más. Y viva la épica
¡otro año más!
¿Dónde estaba la presidenta en el
momento de la cursar la baja de Benítez? ¿No era su apuesta personal? ¿No era su técnico anhelado para el proyecto de 3 años? ¿No era un lujo?¿Por qué no tiene valor para salir
ante medios para decir qué ha pasado? ¿Por qué no arropa la llegada del nuevo técnico?
¿Era este el éxito del centenario? ¿Era esta parida el cambio de talante?
¿Hacer lo de siempre, esconderse como siempre?
No seamos amnésicos. Ya fue
vergonzoso que la afición, el día del centenario no tuviese más remedio que
celebrar el siglo de existencia de la entidad por su cuenta en Balaidos. Porque el club no había preparado nada, pero lo que se dice nada, para sus aficionados. La presidenta, el presidente de honor
y sus cuatro amigos políticos lo que montaron fue una fiesta oficial para Cayetanos en una
ciudad deportiva en el monte. Elitismo puro. Este es el sistema, el
continuismo. El pijerío. Supongo que en breve le dirán al Faro de Vigo o al
Desmarque, o a Relevo que le hagan una entrevista con preguntas por delante, muy ad-hoc, para decir en un
ambiente cómodo y confortable lo que estiman lo que nosotros, el vulgo, debemos saber.
O incluso puede que no,
dependiendo de las agendas.
El Celta, el celtismo, tiene que
empezar de nuevo. Desde la base. Y eso no es un tema deportivo. Es una base de
entendimiento de que el epicentro del club es la afición. Tenemos que volver a
reencontrarnos y conversar. Los verdaderos aficionados, la afición. Que es lo
que da sentido a este club. Por eso iniciativas abiertas como Resistencia Celta
buscamos ese reencuentro, esa adhesión para un cambio en la realidad de la
entidad. No solo es el fútbol. No es la categoría. Es la entidad lo que está en
riesgo. Estamos en peligro. Lo peor es no darse cuenta de ello. En breve, en nuestro nuevo podcast de Resistencia Celta que anunciaremos en exclusiva en Moi Celeste, explicaremos y promoveremos ese cambio.
Me reafirmo: Hay algo sobrenatural en la
manera de bailar de los Mouriño. Les encanta bailar con el riesgo y la muerte.
Supongo que, para ellos, que perciben el club como si fuese uno de sus resorts
de golf en el Yucatán; que ven al Celta como una franquicia en uno de los
aeropuertos de México; o como una empresa de fabricación de aerogeneradores que
vender al mejor postor llegado de China, pues es de lo más normal. Lo cual demuestran que no han entendido en 20
años casi qué es el Celta, qué es el celtismo, qué es el futbol. Es decir, de eso que han demostrado claramente
no tener ni pajolera idea. Ni querer tenerla.
Artículo de Fran Lamas, miembro de Resistencia Celta