Un equipo de palabra


Foto: EFE

El Celta cumplió lo que prometió la víspera, que para ellos la temporada no estaba terminada por el hecho de asegurar la permanencia - Colosal partido de un conjunto que no acusó las importantes ausencias y la rotación en algunos puestos.

Las palabras no se las lleva el viento en el caso del Celta. El fútbol nos ha acostumbrado a relativizar lo que se dice en una sala de prensa cuando el objetivo de la temporada ya se ha cubierto. Todo se llena de buenas intenciones, se prometen mil cosas, pero casi ninguna se cumple. La cabeza, de forma instintiva, lo impide. Los brazos se bajan ligeramente y uno ya no va con la fe necesaria a ese balón que se escapa por la banda o a esa pelota dividida en el medio del campo. Pues nada que ver con el Celta que ayer ofreció una grandiosa muestra de orgullo profesional y demostró seguir al pie de la letra el mensaje que Luis Enrique dejó la víspera del partido. El Celta compitió como si aún estuviera peleando por la salvación, dignificó la profesión y sobre todo la camiseta que llevan. Se les hace corta la temporada a los vigueses que presumen ahora mismo de un estado de forma excepcional, con casi todos sus futbolistas en su punto más alto de la temporada y con el depósito de confianza a un nivel sobresaliente.

Los abrazos del final

Pocas imágenes describen mejor lo que es el Celta que los abrazos que la televisión captó justo después del pitido final. Son la mejor manera de comprender lo que es el equipo a nivel interno y lo que pretende ser como institución. El primero que acudió a abrazar a Sergio fue Yoel, el hombre que le niega los minutos con su trabajo y sus actuaciones. La competencia bien entendida, la amistad que no se discute, la complicidad de quienes han crecido casi juntos y que comprenden que el objetivo de uno es negarle la titularidad al otro. Pero que eso no estropee su relación y que no distorsione el ambiente interno de un vestuario que roza lo idílico.

Goldar-Mina

El otro abrazo cargado de simbología es que el que se dieron David Goldar y Santi Mina. Un achuchón sentido, largo, interminable, tanto que el cámara terminó por dejarles solos en un momento que solo les pertenecía a ellos. Hace justo un año (se cumplirá el próximo 11 de mayo) Goldar, Santi Mina y David Costas perdían la final de la Copa de Campeones juvenil con el Celta. En aquel momento nadie se hubiese creído que solo doce meses después coincidirían en un estadio de Primera División defendiendo la camiseta del equipo en el que han crecido. Goldar ha sido el último en llegar. Ayer Luis Enrique le agradeció su trabajo con el estreno en la máxima categoría. Y sus compañeros de generación lo celebran como un triunfo de todos ellos.

Sergio

Una de las grandes novedades en la alineación de Luis Enrique. El premio al inmenso trabajo que ha hecho un chico al que nadie puede discutir su calidad bajo los palos y también en el vestuario. Su partido fue excepcional y dejó una doble parada en la primera parte que de protagonizarla algún otro meta se convertiría en la cabecera de los informativos. Con esa seguridad que parece innate en él se comportó como si siempre hubiese sido el titular de la portería céltica.

El estado de forma de Nolito

Se ganó en la primera vuelta no pocas críticas porque la gente le pedía mucho más. Querían ver al Nolito de este tramo de la temporada en la que ha terminado por confirmarse como uno de los delanteros más en forma del fútbol español. Pura intuición en el área, ayer sus dos goles retratan a un talento inmenso. La vaselina del primero y el complicado golpeo en el segundo son propios de un futbolista obligado a marcar la diferencia.

El pánico al Sadar

Es uno de los viejos miedos del Celta y de sus seguidores. Pamplona suele ser sinónimo de sufrimiento. Ayer el equipo se dio un paseo por allí. Solo los pelotazos que Oriol Riera convertía en oro generaron alguna clase de problema a los centrales vigueses. El resto fue un dominio aplastante de un equipo que supo defenderse con la pelota, que apretó siempre al Osasuna para dificultarle sus llegadas y que en ataque siempre supo poner a sus jugadores en ventaja contra los defensas.

Volvió Oubiña

En un día lleno de grandes noticias, con futbolistas que volvieron a estar a un nivel fantástico (otra vez Krohn-Dehli, Orellana...) y en el que el equipo no echó de menos a gente como Rafinha, Charles o Hugo Mallo, es imposible olvidarse de Oubiña, que regresó al equipo tras cinco semanas sin disfrutar de un minuto. Difícilmente lo reconocerá pero le ayudó reaparecer lejos de Vigo, donde se acostumbra a escuchar ese incomprensible murmullo que le acompaña cuando toca la pelota. Borja ha estado mal y es justo reconocer que el equipo mejoró cuando desapareció de la alineación. Pero le quedan muchas horas de servicio a este equipo. Ayer lo volvió a demostrar. Correcto con la pelota, en su sitio, seguro, importante a la hora de recuperar, siempre cerca del compañero que necesitaba un apoyo. El Borja de siempre.

Juan Carlos Álvarez para Faro de Vigo

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