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Foto: Jorge Landín |
Se despertó el Celta, como Kafka en su maravillosa novela
corta, en una fría tarde invernal convertido en algo completamente distinto. Pero
a diferencia de lo que narraba el maestro checo, el equipo de Luis Enrique se
transformó en algo maravilloso justo cuando la grada y la clasificación más lo
exigían.
Participó el Lucho de esa transformación sorprendiendo y
disgustando a partes iguales. Augusto y Nolito, habituales en el once titular y
dos de los jugadores más destacados en lo que va de campaña, iniciarían el
choque desde el banquillo no se sabe muy bien por qué. ¿Rotaciones? Era partido
clave y chocaba que Fabián orellana, que venía contando entre poco y nada, se
hiciese con los galones de la banda izquierda. También se caía Gustavo Cabral
en la parte defensiva dejando paso a la vuelta de David Costas. Toni, discutido
y timorato, también volvía al flanco izquierdo en perjuicio de un Jonny que lo
había hecho bastante bien a pierna cambiada contra la Real Sociedad.
Revolución que impacientó al respetable más todavía cuando
el Almería, sin apenas crear peligro, se adelantó pronto en el marcador con
zurdazo de su mejor hombre: un Suso que descubrió las vergüenzas defensivas de
Toni y los despistes de Yoel al palo corto. Tocaba escalar. Una vez más.
Pero este Celta inédito (cuántas van ya) respondió por fin
en casa. Se puso a jugar entre líneas y ya no paró. Borja Oubiña, que volvía
tras lesión, se encargó de dominar el medio del campo. Y cuando eso sucede, el
Celta golpea. Álex López y Krohn-Dehli, que no tuvieron su mejor día, se
movieron y sirvieron a los hiperactivos Orellana y Rafinha para destrozar poco
a poco la desastrosa defensa andaluza. Parece que los aires del sur siguen
sentando bien al equipo vigués, que empató más pronto que tarde tras jugada
personal del discutido (y ayer revivido) Fabián ‘El poeta’ Orellana. Gran
partido el del chileno, que se reivindica y comienza a sumar en lo que es un
aspecto clave para que este equipo funcione: la aportación de segunda línea.
Así que el susto se convirtió en alivio. Lo que parecía una
alineación suicida en un partido clave terminó provocando uno de los mejores
partidos (al menos ofensivamente) de lo que va de temporada. Un equipo que
dominó y buscó (por fin) la línea de fondo en los centros para un Charles que
tuvo ocasiones para dar y regalar. Sus fallos no se volverán a repetir si sigue
pisando área y rematando con tanta asiduidad. Con este dominio aplastante ante
un rival muy pobre, era cuestión de tiempo la remontada que por fin, tras el
aborto en Anoeta, se tornaría en realidad.
Y llegó, como siguiendo la línea de la insólita alineación,
de la manera más inesperada: Toni botó un córner que peinó Aurtenetxe y en el
segundo palo Oubiña, completamente libre de marca, empujaba el balón a las
redes. Han leído bien. Un saque de esquina bien botado que acaba en gol. De un
goleador, para más efeméride, muy poco habitual. Balaídos no se lo creía y quizá
por eso no se cantó el gol de forma tan eufórica. Pero valió igual. Y lo bueno
es que los pupilos del asturiano no se quedaron ahí. La goleada pudo ser de escándalo
tras el 3-1 de Charles que se resistía a entrar. Nolito al palo, Orellana rondándolo
más de una vez, Álex López chutando y chutando. Esa era la clave: tirar. Al
Celta le acompañó, además de las jugadas de tiralíneas, el golpeo de balón
insistente.
Victoria que da impulso y que aleja los demonios del
nerviosismo en casa. Ya era hora, pero terminó llegando. La siguiente parada es
en Pucela y sería una estancia propicia para encadenar, al fin, dos victorias
consecutivas. Pero antes toca la
Copa contra un Athletic que vendrá a por todas. En las manos
de Luis Enrique está disputarla con ahínco o dejarla en segundo plano. Yo,
visto lo visto, lo tengo muy claro.
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