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ALBERTO LIJÓ |
A Paco Herrera le entró el miedo en el cuerpo cuando Iago Aspas vio la primera tarjeta amarilla por protestar airadamente a Pérez Montero. El catalán llamó a Bermejo y dio la orden de que el moañés debía salir del terreno de juego. La decisión trajo mucha controversia y debate a lo largo de la semana. La excesiva sobreprotección de Herrera con Aspas perjudica, creen muchos, al equipo. El técnico celeste parece que ha tomado nota del sentir de gran parte de la afición.
No sabemos si fue un gesto de cara a la galería, o una frase de esas que se dicen en rueda de prensa para salir del paso, pero Herrera aseguró ayer lo siguiente: "Durante estos días e ha hablado mucho del cambio de Iago Aspas. Uno debe escuchar y aceptar las críticas, especialmente las que tienen un carácter constructivo. Y he llegado a la conclusión de que algunas tienen razón: es momento de dejar de actuar como un padre y soltar la cuerda". Se refiere Herrera, suponemos, a aquello de la educación de sus pupilos, algo que obsesiona a Paco Herrera.
Lo ha dicho en más de una ocasión. Se ha encontrado con un grupo de jugadores de la cantera con determinadas características. Son futbolistas, según Herrera, con poco carácter y en los que echa de menos un mayor carácter ganador. Todos menos uno, porque Herrera se encontró un vestuario con un futbolista que rompe radicalmente esta descripción: Iago Aspas. El moañés tiene un carácter ganador que le hará llegar muy lejos a su fútbol, pero a su vez, ese carácter, le ha reportado más de un disgusto en su carrera.
Herrera se ha empeñado en reconducir la actitud de Iago Aspas, y aunque no sabemos la relación que tiene el trabajo de Herrera con ello, es un hecho que el moañés no es el mismo jugador que el que se dejaba expulsar con mucha facilidad hace unos años. Recordamos aquel partido ante la Real Sociedad en el que vio dos amarillas en cinco minutos, o aquel partido en el estadio del Betis en el que fue expulsado tras ver una tarjeta mientras estaba en el banquillo, antes de entrar al terreno de juego. Una vez en el campo, tocó un balón con la mano, fue expulsado y le dijo al árbitro que tenía mucho cara. Todo ello de forma exagerada. Le sancionaron con tres partidos, y tal vez en aquel momento Herrera pensó que era el momento de ser su padre y aconsejarlo, casi obligarlo, a portarse bien.
Fue la última vez que lo expulsaron, si no tenemos en cuenta la absurda expulsión en la tanda de penaltys ante el Granada. Desde entonces, se ha sabido controlar. Ha pasado por exámenes complicados, especialmente los partidos ante el Deportivo, donde primero Colotto y luego Marchena, hicieron todo lo posible para sacar al genio moañés de sus casillas. No lo lograron. Aspas ha madurado, y ahora le toca a Herrera perder el miedo a soltarle la cuerda. Dejarlo actuar en libertad porque Aspas ya no es aquel jugador irresponsable de hace un par de temporadas.
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