A estas alturas Iago Aspas no necesita demostrar nada más. Es una leyenda viva del celtismo, para muchos el mejor jugador en la centenaria historia del club, pero eso no evita que reciba críticas, muchas veces injustas, para un futbolista que lo ha dado todo por el escudo, y que sigue siendo clave a pesar de estar a punto de cumplir los 37 años de dad.
Hoy ha vuelto a ser el mejor Aspas, y eso es mucho decir. Su partido ha sido estratosférico, estando prácticamente en todas las ocasiones de gol del equipo, y con participación activa en los cuatro goles. Dos llevaron su firma y otros dos fueron tras una asistencia suya. Poco más se le puede pedir al "10" del Celta.
Los cuatro goles fueron muy importantes, pero seguramente lo que hizo en la primera parte fue decisivo. El Celta no estaba bien. La UD logró maniatarlo, tenía más balón, los celestes llegaban mal a la presión y no conseguían posesiones largas. Además gestionaban mal cuando tenía el balón en los pies, hasta que Iago Aspas encontró a Carles Pérez en una buena apertura de la banda y corrió hacia la zona de los goles. El moañés al que cumplir años le ha hecho más sabio, corrió hacia el punto de penalti, esa zona a la que siempre acaba llegando el balón, y desde ahí fue desde donde fusiló a Valles con la pierna derecha.
Casi sin tiempo para celebrar el gol, el balón volvió a caerle a Aspas que dibujó un pase maravilloso para la carrera de Swedberg, que el "Kraken" envió al fondo de las mallas para completar la remontada. Fueron dos goles importantísimos y en ambos tuvo una participación indispensable el astro moañés, que marcaría otro en la segunda mitad, a pase de Douvikas, que le devolvió el favor del 3-1, con Aspas como pasador y el griego como ejecutor.
La victoria responde a un trabajo colectivo, como siempre, y al excelente hacer del cuerpo técnico, pero en este partido, como en tantos otros de los tres últimos lustros, todo pasó por las botas de Iago Aspas. Todo pasó sobre el mejor jugador de la historia del Celta.
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