Foto: LFP
El Celta firmó su peor partido de Liga en Riazor. Le faltó el alma que siempre aparece, acierto, colocación en el campo y todo lo que uno puede presuponer cuando afronta un derbi. Ni siquiera puede apelar al infortunio para valorar un encuentro que decepcionó a la mayoría de sus aficionados, que observaron incrédulos a un equipo desconocido. De repente, desaparecieron las señas de identidad del conjunto de Berizzo, que apenas ofreció síntomas esperanzadores. Una derrota que hace mucho daño. No tanto por el rival, sino mucho más por las formas y los fantasmas que aparecen.
El Deportivo entró más enchufado en el partido y nada más empezar Lucas ya pudo hacer el 1-0. Los célticos estaban lentos e imprecisos, incapaces de asociarse con ritmo para superar la presión deportivista en la salida de balón visitante. Ni siquiera ganaban la batalla por los balones divididos. Cuando llegaban, los de Víctor lo hacían con una facilidad pasmosa y una exagerada sensación de peligro provocada por el desconcierto celeste en todas sus líneas. Sólo había que ver las caras de los futbolistas. Los locales marcaron en un despropósito defensivo y el Celta pudo empatar con el penalti que le regaló Fernando Navarro. Nolito tiró mal. Dos tiros a puerta, triste bagaje arriba para el Celta hasta el descanso.
Resultaba milagroso y esperanzador que, jugando así, el Celta sólo fuese perdiendo 1-0 y hubiese podido empatar en la primera parte. Se esperaba que tras el descanso las cosas cambiasen, pero poco varió el panorama. El Deportivo se encerró en su campo y le entregó la pelota a un Celta que tocaba sin asustar a su rival, sin desborde, sin hilvanar una jugada que acabase viendo portería. Hubo que esperar hasta los últimos diez minutos para ver dos mansos remates de Iago Aspas y Hugo Mallo. Mientras tanto, el Deportivo aprovechaba el solar céltico en sus contras, verdaderas pesadillas. Dos palos salvaron la goleada. Con un equipo anestesiado, hacían faltan revulsivos desde un banquillo que estaba viendo otro partido.
La impotencia y frustración celeste fue creciendo hasta la guinda del 2-0. Las cosas pueden salir bien o mal, pero el Celta de Riazor fue una gran decepción porque parecía un desconocido. El espíritu que atesoraba se diluyó incomprensiblemente.
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