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Foto: Alberto Martín |
El Coliseum Alfonso Pérez se ha convertido
en un cementerio de entrenadores celestes. Allí cayó Paco Herrera en un partido
infame que evidenció la desconexión total con una plantilla que meses antes
había alcanzado la gloria de Primera. A Luis Enrique lo salvó la sexta fecha
que marcaba el calendario tras un berenjenal de rotaciones de difícil
comprensión. Ahora resulta complicado encontrar un salvavidas para Eduardo
Berizzo, un entrenador capaz de generar la mayor de las ilusiones recordadas
por el celtista imberbe, y echarla por tierra en menos de un trimestre. Getafe
ya ha cavado la tumba del Toto y sólo falta el enterrador que ponga tierra y
cemento.
Lo cierto es que al argentino le ha quedado
grande el Celta. Los resultados han tapado durante meses las carencias técnicas
de un entrenador que poco o nada ha aportado al equipo que dejó Luis Enrique en
el mes de mayo. Su inmovilismo, incapacidad para la toma de decisiones, pobre
gestión de los recursos y pésimas lecturas de partido son sus principales
pecados capitales. El equipo le duró lo que aguantó el brutal nivel físico
adquirido en pretemporada. Cuando la frescura de piernas dejó de ser un factor
diferencial, cuando la presión llegaba un segundo tarde, cuando las incomprensibles
marcas al hombre fallaban, cuando Nolito y Orellana no se iban de nadie, cuando
Larrivey ya no definía como antes, cuando Krohn-Dehli no podía ni con las
botas, entonces se destapó la incapacidad del técnico para aportar soluciones
al hundimiento de su plan inicial.
Resulta sangrante su inoperancia desde el
área técnica. Los movimientos de banquillo son siempre una opción, nunca una
obligación. El problema es cuando resulta evidente que el barco se hunde y el
capitán se empeña en no tapar las grietas para impedir la entrada de agua. Si
lo de Cornella fue esperpéntico, lo de Getafe rozó lo absurdo. Tras la mala
primera mitad, el cuarto de hora inicial de la segunda evidenció el desastre
que estaba siendo el mediocampo celeste. Augusto y Krohn-Dehli eran una y otra
vez desbordados por la medular azulona sin que el entrenador celeste se
percatase del desaguisado. A un técnico se le pueden admitir errores de
interpretación. El problema con Berizzo es que por momentos ofrece una
sensación de incapacidad, de inaptitud para el puesto más allá de la mesa de su
despacho. No llegan a tres los partidos en los que haya aportado algo más allá
del pitido inicial. Sus mayores logros han sido no estropear lo que estaba
funcionando. Jamás ha añadido una
variante que cambiase el rumbo de un partido.
Pero lo más grave reside en el ámbito
ideosincrático. El Celta hace tiempo que ha perdido sus principales señas de
identidad. Ya no es ese equipo combinativo, que gusta de tener el balón y
dominar los partidos. Incluso en época de vacas gordas, los encuentros del
Celta se convertían en muchas ocasiones en correcalles propiciados por el
desorden inducido desde el banquillo. Marcas al hombre, jugadores fuera de
sitio, cansancio de los futbolistas. El Celta ha evolucionado hacia un fútbol
mucho más directo que lejos de potenciar sus virtudes ofensivas ha destapado
sus carencias en la retaguardia. El pelotazo a Larrivey ha ido adquiriendo cada
vez más y más protagonismo hasta dejar de ser un recurso puntual.
Y es una pena, porque hacía tiempo que el
Celta no gozaba de una plantilla como esta. Sólo Rafinha gana la comparación
con el decepcionante Pablo Hernández. Planas supera a Aurtenetxe y Sergi Gómez
a Jonathan Vila. Años atrás no había un Radoja ni un Larrivey que convirtiese
en suplente a un delantero de 12 goles en Primera. Por no hablar de la
evolución que sufrieron futbolistas como Jonny, Fontás, Cabral, Krohn-Dehli, Nolito u
Orellana, en una notoria mejor versión respecto a la que ofrecían hace 18
meses. Un grupo, a fin de cuentas, para obtener la salvación de forma holgada y
acomodarse entre los diez mejores equipos de la competición. Incluso, visto el
nivel de Athletic y Real Sociedad, dos planteles a priori superiores, para
pelear con Málaga y Eibar por la séptima plaza.
Lo de Berizzo es la crónica de una muerte anunciada. Resulta evidente que no debe continuar. Retrasar su destitución resultaría contraproducente dado el calendario. 2 puntos de 30 en Liga y la oportunidad perdida en la Copa –veremos si vuelve a presentarse un escenario así- lo exigen. La temporada ilusionante ya se ha esfumado. De la rapidez y acierto de la dirección deportiva depende que no termine en tragedia. No sería la primera vez.
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