De las pachangas familiares a la élite


Foto: Atlántico Diario

Sergio Álvarez se ha labrado a fuego lento un nombre propio en el fútbol a base de trabajo e ilusión


Una llamada puede cambiar una vida. Lo sabe bien Sergio Álvarez (Catoria, 1986), a quién un par de conversaciones telefónicas le marcaron un camino que ha desembocado -esfuerzo de por medio- en Primera División. La primera la recibieron sus padres hace casi dos décadas, cuando el hoy portero del Celta apenas contaba nueve años. Manolo Diz, del Arousa, se había fijado en aquel chaval de sonrisa perenne que despuntaba en los torneos de fútbol que jugaba con sus compañeros del colegio Progreso de Catoira. 

Le veía maneras guantes en mano, así que decidió telefonear a sus padres y animarles a que dejasen al chaval probar fortuna en los alevines de primer año del Arousa. «Ir para o Arousa, que xa era un club importante, era incrible», recuerda el guardameta, que no puede evitar una carcajada cuando recuerda que su «fichaje» había cuajado a la segunda intentona. «Non souben ata moito tempo despois que xa o ano anterior viñeran falar con meus pais para ver se podía ir a Vilagarcía, pero pensaban que era moi pequeno, así que non me dixeron nada».

Fue al segundo intento cuando Sergio comenzó a vestir los guantes bajo la portería del Arousa, haciendo gala de las estiradas que entrenaba los domingos por la tarde con sus primos y tíos. «Procedo dunha familia bastante grande e os domingos xuntabámonos todos. Despois de comer tocaba xogar ao fútbol, e como era o pequeno e sempre me gustaba andar tirado polo chan, a min mandábanme á portería». Fue en esas sobremesas familiares donde Sergio Álvarez empezó a gestar sus sueños de futbolista, y en el Arousa donde comenzó a darles forma.

«Cando me fun para Vilagarcía estaba morto de medo, pero duroume pouco. Aos poucos días xa estaba feliz. Con dez anos tiña que ir ata Vilagarcía case só e despois ir adestrar. Foi unha experiencia moi bonita e que me axudou a valorar o que fun conseguindo», confiesa. Con la camiseta arlequinada fue creciendo, aprendiendo y disfrutando, hasta que con 17 años recibió la segunda llamada que cambió su vida.


El reclamo del Celta

En medio de una clase de inglés en el instituto de Carril Sergio recibió la segunda llamada que lo cambió todo. «Isto non se debe facer» advierte entre risas, «pero lembro que lle pedín ao profesor ir ao baño, e cando souben que era do Celta, e ademais Javier Maté quen me chamaba, quedei impactado. Non atendín máis a clase en todo o día», reconoce. Con las pulsaciones aceleradas, vivió los días que pasaron hasta que el club vigués se reunió con sus padres y estos dieron su visto bueno. «Tiña 17 anos, eu non podía decidir, pero meus país sabían que era un namorado do fútbol e que ía traballar, ser responsable e loitar». Tres cualidades que le han acompañado a lo largo de su vida y que le han servido para convertirse en lo que hoy es, un portero de élite.

«Penso que se me presentou a oportunidade no momento adecuado. Viñen con toda a ilusión cando o club comezaba a coidar máis a canteira». Con trabajo y perseverancia fue creciendo defendiendo el escudo de un Celta con el que había sufrido y disfrutado desde crío. Sin embargo, en la vida de Sergio Álvarez las etapas siempre se han ido quemando pasito a pasito. «Foi un proceso lento, de altibaixos, de momentos de lesións [en su segundo año en Vigo estuvo cinco meses apartado de la competición por una rodilla], de momentos de non xogar, ou de saír cedido». Pero Sergio no estaba dispuesto a arrojar la toalla. «Isto non é un camiño de rosas, pero tiña confianza en min mesmo, igual que a xente que me rodea, que sabía que por traballo non ía deixar escapar a oportunidade. Son bastante cabezón, cando me propoño algo tento levalo ata o final».

Un final que le ha conducido a la titularidad en Primera División. Berizzo le ha confiado la portería en este arranque de Liga, y él ha respondido. Sin embargo, no se confía. «Se algo aprendín nestes anos é que hai que seguir medrando». Ese es su lema. 

0 comments:

Publicar un comentario