La eterna condena de los humildes


Demasiado castigo, con caída a puestos de descenso incluida, se lleva el Celta del Santiago Bernabéu tras plantar cara a todo un Real Madrid. Ayudó, y mucho, para ello el buen planteamiento que puso sobre el césped Luis Enrique, que pese a no modificar el dibujo táctico, supo colocar muy bien sus piezas para obligar al equipo blanco a atacar de manera estática sin posibilidad de desplegar ese juego vertical que tanto daño hace casi siempre a sus rivales. A los vigueses únicamente les faltó eso que acaban comprando los millones, el gol, como pudo comprobar en su rival de ayer, la eterna condena de los equipos humildes.

La falta de puntería de Charles en sus dos intervenciones más claras condenaron a un Celta que no se descosió tras el gol de Benzema pero que terminó siendo golpeado con dos goles de un Cristiano Ronaldo que había pasado prácticamente inadvertido.

Orden y sentido

Un solo partido había perdido en casa el Real Madrid, lo que habla de su fortaleza y de la dificultad de conquistar su estadio. Solo a base de jugar muy ordenados y sin nervios se puede intentar sacar adelante un encuentro. Y el Celta lo consiguió. Funcionando como un bloque, desde Yoel hasta Charles, los vigueses hacían sentirse al Real Madrid muy incómodo, sin que su amplia nómina de figuras consiguiera marcar la diferencia. A esa seriedad defensiva añadió el conjunto céltico un sentido total en sus ataques, no arriesgando en exceso y llegando con peligro al área de Diego López, que no pudo relajarse en ningún momento.

La ley del fútbol

Se antoja casi imposible puntuar en el Bernabéu sin marcar un solo gol. La calidad y el empuje del Real Madrid acaba siempre por lastimar a sus rivales y ayer no fue una excepción. Hasta el gol de Benzema, el Celta disfrutó de las mejores ocasiones del partido, especialmente en las botas de Charles, que ha perdido el olfato goleador de las primeras jornadas. Primero se estrelló contra Diego López y en la segunda, con el gallego casi batido, cruzó en exceso su disparo. Además, el Celta metió miedo al Real Madrid con las diagonales de Rafinha y un cabezazo a bocajarro de Borja Oubiña, inmenso durante todo el partido. Los madridistas acertaron y decantaron la balanza a su favor. Apenas necesitaron un par de chispazos de inspiración.

Amor propio

No se vino abajo el Celta tras el primer mazazo y lo siguió intentando sin volverse loco y llevando algo de miedo a Diego López. Sin embargo, las fuerzas ya escaseaban y el empuje de Nolito, Krohn-Dehli y de nuevo Rafinha no se tradujo en ocasiones tan claras como las anteriores, sentenciando Ronaldo con sus dos goles al final y empujando al Celta al descenso.

La regularidad como meta

Cae el Celta entre los tres últimos a un partido de terminar la primera vuelta. El reto para los de Luis Enrique es ser capaces de mantener la intensidad y el juego demostrados ayer ante rivales a los que se puede meter mano. El primero es el Valencia, no tan temible como otros años. Si los vigueses son capaces de obtener regularidad, los resultados deberían acompañar para intentar que la segunda vuelta transcurra, en cierta manera, tranquila. La plantilla demostró ayer que está capacitada para ello.

Pablo Galán / Faro de Vigo

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