![]() |
Foto: Óscar Vázquez |
La valentía no fue suficiente ante un coloso lleno de recursos. Un Celta generoso y atrevido, que jugó liberado de cualquier complejo y trató de mirar siempre de frente a su rival, cayó derrotado en Balaídos frente a un Barcelona cuya principal cualidad fue golpear siempre en el momento justo para anular el esfuerzo de los vigueses. Solo ahí, con una brecha inmensa en el marcador, se advirtió la diferencia entre ambos equipos. Hasta ese momento los de Luis Enrique habían generado un puñado de problemas a un Barcelona que por momentos se encomendó a las paradas de Valdés, señal de que la noche no había sido lo plácida que anunciaba el marcador.
El Celta no especuló. Salió poseído, decidido a alborotar el partido para sembrar el desconcierto en el Barcelona, un equipo que aún está buscándose y que tiene tanta fiabilidad sumando victorias como ofreciendo argumentos a quienes ven en el grupo de Martino un evidente retroceso con respecto a las últimas temporadas. Luis Enrique solo introdujo a Rafinha en el lugar de Mina con respecto al once que se exhibió en Málaga; Martino hizo una alineación pensando en el mes de marzo y concedió descanso a referencias como Xavi e Iniesta en el medio del campo y a Neymar en ataque. Eso reafirmó a Luis Enrique en su idea de ir a por el Barcelona con decisión, consciente de que los catalanes no tendrían el control ni la precisión de otras tardes. Dio la sensación de que el Celta se comportó como si no supiese quién estaba enfrente. Corrió, presionó desde el pitido inicial buscando el límite en casi todas las acciones. Escapó de precauciones y no paró hasta convertir a Valdés en el sostén de Martino.
El problema es que cuando juegas en el alambre se corre el serio riesgo de equivocarte. Y los errores, cuando delante está el Barcelona, son un problema demasiado serio. Lo hizo Cabral en el nacimiento de una de las muchas jugadas de los primeros diez minutos que arrancaron desde su posición. Un peligro mayúsculo. Perdió la pelota siendo el último defensa de forma ridícula ante Pedro que encaró a Yoel, quien sacó el primer disparo pero no pudo hacer nada con el rechace que Alexis estampó en la red. El gol atontó al Celta que durante diez minutos estuvo a merced de la genialidad de Messi, desatado, convencido de que estaba en un partido casi perfecto para él. Pero el Celta se asentó con el paso del tiempo. La salida de la pelota volvió a ser precisa (sobre todo gracias a Fontás) y el trío del medio del campo -Alex López volvió a brillar con Rafinha incapaz de entender lo que pedía cada momento- convirtió las transiciones en algo fulgurante para hacer pedazos el repliegue del Barcelona que se vio completamente desbordado por el aluvión que mediada la primera parte se le vino encima. Resistieron los de Martino porque tienen un portero que ahora mismo parece un héroe de cómic. Lo paró todo ofreciendo la impresión de que se anticipaba a los disparos del Celta. Y cuando no estaba Valdés el disparo salía fuera por un dedo (Rafinha en el minuto 26) o entraba en acción Fernández Borbalán que anuló en el 28 un gol a Nolito por una supuesta falta de Charles al portero barcelonista.
Toda la valentía y descaro del Celta se cayó con estrépito en el nacimiento del segundo tiempo. En la primera jugada de ataque azulgrana Cesc soltó un impresionante disparo desde lejos que entró en la red tras golpear el poste y la mano de Yoel. Una carambola que despejaba el panorama del Barcelona en un momento delicado. El agujero se hizo un poco más grande en la siguiente jugada en la que Cesc culminó un contragolpe llevado de forma maravillosa por Messi, generoso ayer como pocas veces se le ha visto. Un castigo brutal, exagerado para la generosidad de un Celta que en el segundo tiempo no había podido ni abrir la boca. En ocho minutos el Barcelona había liquidado el combate y a los de Luis Enrique se les abría una segunda parte desoladora. Podían haberse dejado ir, pensar en otras citas, ahorrar esfuerzos, tal vez conceder algún gol más. Pero tuvieron decencia y agallas para insistir en busca de su premio. Fue Martino el que pareció ahorrar energía mientras los vigueses -sobre todo de la mano de Nolito que por momentos pareció tomarse el partido como una cuestión personal- empujaban en busca de un gol que al menos dignificase un poco más su buen partido. Pero unas veces Valdés y en otras el poste -como en una falta lanzada de forma magistral por Nolito- le negaron al Celta lo que tanto merecía. Entraron Mina y Orellana para conceder descanso a Augusto y Nolito. El equipo no perdió su intención de tener la pelota, de ir en busca del Barcelona, de robar en el campo rival, de hacerle correr hasta el último instante. Tuvo mucho de conmovedor ese gesto del Celta, esa ansia en un momento en que el partido llevaba media hora liquidado.
0 comments:
Publicar un comentario