El primer autógrafo de Roi


MARTA G. BREA
Roi apretaba fuerte la mano de su padre, no se quería separar de él. Lo había convencido para que lo llevase a un entrenamiento del Celta y A Madroa le parecía un lugar tan lejano que el miedo a lo desconocido se imponía a la ilusión de ver de tan de cerca a los jugadores del Celta. Era festivo y su padre aprovechó el día libre para hacer realidad el sueño de Roi: Conocer a Mario Bermejo. 

Durante el entrenamiento estuvo atento a todo, observaba los gestos de los jugadores con la solemnidad de quien aprecia algo por vez primera. Los veía tan cerca que casi los podía tocar, los escuchaba, los sentía cercanos. Ellos realizaban una serie de ejercicios bajo las órdenes del preparador físico, Roi no pestañeaba. Se dirigió a su padre cuando vio que todos los jugadores movían una portería. Era un mundo nuevo para él, pero su objetivo seguía lejano. Se lo estaba pasando bien en el entreno, pero quería que terminasen para conocer a Mario. Su padre le hizo un gesto tranquilizador, le guiño un ojo y le aseguró que ya faltaba menos. 

Poco a poco los jugadores fueron desfilando hacia el vestuario, y la gente que estaba en la grada fue bajando hacia la zona de salida de los jugadores. El padre volvió a pedirle paciencia, tendrían que ducharse, arreglarse y salir. La espera merecería la pena. Hacía tiempo que Roi no necesitaba preguntarle a su padre porqué eran del Celta. Una mirada bastaba, pero la posibilidad de tocar a sus ídolos era el mayor argumento ante sus amigos del cole. 

Uno a uno fueron saliendo todos los jugadores del Celta. El padre se afanaba en fotografiar a Roi con cada uno de ellos. Le hizo ilusión sacarse una foto con Yoel, que le dio unas palmadas cariñosas en la cabeza, pero esperaba a Bermejo, que tardaba más de lo habitual porque tenía rueda de prensa. El tiempo pasaba y también los jugadores. Roi no los conocía a todos, así que preguntaba mucho. Le confundían los chicos del filial, pero por fin, apareció Bermejo. 

Roi se puso nervioso, había esperado ese momento y no sabía qué hacer, qué decir o como ponerse. El padre se acercó al futbolista: "Lleva toda la temporada queriendo conocerte. Está muy pesado" bromeó. Bermejo sonrió, le tocó el pelo y le firmó un autógrafo al tiempo que posaba para la foto. Roi sonreía feliz y solo acertó a decirle: "Gracias por hacer tan feliz a mi padre".

*Historia de ficción continuación de "Papa, ¿Por qué somos del Celta? 

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