Papá, ¿por qué somos del Celta?


Foto: Marta G. Brea
Roi agarraba la mano de su padre mientras se acercaban a la puerta de entrada a Balaídos. Era un día extraño ya que no solía cruzarse con tanta gente camino del estadio. Sin saber muy bien porqué, notaba que la mano de su padre  apretaba la suya de forma diferente, de una forma casi litúrgica, le llevaba en volandas como si tuviese más prisa de la habitual. Al llegar a la butaca, Roi se dio cuenta de que hoy no podría jugar en los asientos colindantes con los suyos ya que estaban ocupados por unos chicos que portaban camisetas del Celta y una bandera enorme que ondeaban mientras salían los jugadores al campo. Era un día especial.

Había mucha gente y gritaba más de lo normal. Roi no había visto nunca al Celta en Primera, así que para él, aquello era algo nuevo, que recordaba pocas veces, quizás algún que otro partido, pero sin tener la misma consciencia ni prestar la misma atención a lo que pasaba en el campo donde aquellos hombres se movían tan rápido. Visto que era un partido especial, Roi decidió centrarse en lo que sucedía ahí abajo y olvidarse de hacer aviones con los trípticos de publicidad que le había dado aquella chica tan amable. Su padre le miró y le sonrió cuando el Almería marcó el primero. - ¿Qué pasa, papá? - Nada, le respondió su padre, -Vamos a animar, ya verás como ganamos hoy-. Así lo tuvo más fácil Roi para seguir al resto del estadio mientras coreaba el nombre del Celta.

Aquello había sido una diversión, cantar cuando el resto del estadio lo hacía, pero hoy parecía distinto. El partido fue pasando, hubo un empate, hubo otro gol del Almería, y luego llegó la enorme remontada en la segunda mitad. Para entonces, Roi había decidido que ya no le importaba que la butaca de al lado estuviese ocupada pues ya no la necesitaba para nada. Solo quería ver como esos hombres de celeste seguían marcando goles. Roi contemplaba atónito como aquello que hacían los jugadores se reflejaba con una nitidez precisa en los ojos de su progenitor. Si esos hombres eran capaces de hacer feliz a su padre, tenían que ser los mejores.

Roi había visto por la tele a Messi y a Cristiano Ronaldo, los mejores según sus compañeros de clase, que le obligaban a plantearse a si mismo siempre la misma pregunta: "¿Quién crees que es mejor?. Le costaba encontrar la respuesta, ya que su padre nunca le hablaba de ellos. Miró hacia si mismo y se vio vestido de celeste, como su padre, con la misma camiseta que llevaban aquellos hombres que no paraban de marcar goles y hacer feliz a su padre. Comprendió, al fin, que no sería necesario volver a formular esa pregunta para la que su padre nunca encontraba respuesta: "Papá, ¿Por qué somos del Celta?", así que decidió hacer otra: ¿Papá, quién es el nueve?, "Bermejo", respondió el padre. "Es el mejor, verdad?, contestó el pequeño. Roi salió de la mano de su padre de Balaídos, pero hoy era diferente, hoy algo había cambiado. Roi ya sabía porqué era del Celta.

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