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Foto: Óscar Vázquez |
Ayer terminó febrero, un mes de cine. Y no por la grandísima
trayectoria que ha tenido el Celta a lo largo de todo este tiempo, sino porque
en estos 29 días que concede el año bisiesto tuvo lugar la entrega de los
premios Goya y Oscar, máximos galardones del séptimo arte a nivel nacional e
internacional. Como es lógico, de entre los muchos premiados, el de Mejor
Película, Mejor Director y Mejores Actores suelen ser los reconocimientos que
más expectación despiertan. Sin embargo, como todo en la vida, los largometrajes
también necesitan de ese actor de reparto, esa figura desapercibida en un
principio pero fundamental para el desenlace final del film.
En el Celta, este papel parece asignado casi
por decreto a Joan Tomás. Y es que ya desde su llegada, el catalán ha sido
considerado como un revulsivo. Se le ha colgado la etiqueta de desatascador de
partidos e incluso se ha llegado a asegurar, palabras de Paco Herrera, que su
rol en este equipo es el de aportar 20 o 30 minutos brillantes saliendo desde
el banquillo.
Lo cierto es que el
propio Joan Tomás también ha contribuido a labrarse dicho calificativo. Su
irregularidad así lo ha dictaminado. Brillante saliendo del banquillo, desde
donde ha logrado en varias ocasiones romper el partido y decantarlo a favor del
Celta, ha estado tremendamente oscuro en sus apariciones como titular.
Únicamente en el choque ante el Alcorcón del curso pasado, cuando sustituyó con
éxito a un sancionado Roberto Trashorras, o este año frente al Huesca, se puede
decir que el gerundense ha dado la talla partiendo en el once titular. El
resto, partidos grises e insulsos en los que a Herrera quizás se le acabó la
paciencia demasiado rápido y terminó retirándole del terreno de juego. De ahí,
vuelta al banquillo, y de nuevo a empezar el bucle.
El pasado domingo, Joan Tomás volvió a
confirmar la teoría de su entrenador y la de muchos otros celtistas. Salió al
césped a los 10 minutos de la segunda mitad, justo después del 2-2 de Bermejo,
y concedió una marcha más a un Celta que había iniciado el camino hacia la
remontada. Al margen de su gol, con el que los vigueses voltearon
definitivamente el marcador, la aportación del de Girona en la matinal del
domingo fue mucho mayor: esa chispa que siempre ofrece, ese juego entre líneas,
esa inteligencia para manejar el fútbol en zona de tres cuartos, ese último
pase, esa llegada a área… Al fin y al cabo, todas las cualidades de un
enganche, un mediapunta a la antigua usanza, un 10 de toda la vida que en el
Celta está en peligro de extinción.
Joan Tomás es un futbolista
único. Primero, porque no hay en toda la plantilla un jugador de sus características:
típico trescuartista con visión de
juego, capaz de intermediar a las mil maravillas entre el centro del campo y la
delantera. Segundo, porque nadie es capaz de aportar tanto jugando tan poco.
Probablemente rendiría como titular, siempre y cuando Herrera le concediese más
de una oportunidad y apostase por darle la necesaria continuidad. Sin
embargo, es lógico también el pensamiento del técnico catalán, que no es otro
que el de tener una bala en la recámara de la que siempre se puede esperar un
disparo certero. Cuestión de pareceres. Lo que es indudable es que Joan Tomás
no es sólo el mejor actor de reparto del conjunto celeste, sino que
probablemente lo sea de toda la Liga Adelante. Y eso para el Celta es una
auténtica bendición.
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