La manta


Foto: Ricardo Grobas
El fútbol tiene cosas sorprendentes. Quizá la más impactante de todas es ver cómo es capaz de mutar por completo en un breve espacio de tiempo; es decir, como cualquier estado anímico y llanamente futbolístico es tremendamente efímero. A lo largo de una temporada, especialmente en una competición como la Liga Adelante, todos los equipos sufren transformaciones de gran calado que incluso llevan a que, a final de año, sean sólo la plantilla y la indumentaria lo único que se parezca al comienzo de la campaña.
   
En el Celta se pueden enumerar varios cambios de rumbo a lo largo de la misma. El conjunto que recibió al Murcia este pasado sábado es muy distinto al que visitó la Nueva Condomina allá por finales del mes de agosto. Pero sin necesidad de irse tan lejos, los de Paco Herrera tampoco tienen nada que ver con aquel Celta de Noviembre que cayó de manera consecutiva ante Deportivo, Hércules y Barça B. A día de hoy, se puede afirmar que es un equipo completamente antagónico.
   
Si por algo se caracterizaron los célticos a comienzo de temporada era por ser un equipo goleador, efectivo. Durante gran parte del campeonato comandaron la clasificación en lo que a goles a favor se refiere. A finales del mes de noviembre, coincidiendo con la derrota en el Mini Estadi, el Celta había anotado ya la friolera de 25 goles en 15 partidos. Unos registros sólo superados por el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona, los dos gigantes del deporte rey. En cambio, había mostrado una gran fragilidad en defensa, especialmente a balón parado, habiendo encajado ya 18 tantos, muy lejos de los mejores números de la categoría.
   
Sin embargo, desde comienzos del mes de diciembre, concretamente desde el choque ante el Sabadell, las cosas comenzaron a cambiar. Ese día el Celta volvió a encajar a balón parado y consiguió ver puerta en cuatro ocasiones, aunque también es cierto que con un poquito más de acierto los catalanes se pudieron llevar una docena. Comenzó entonces la racha victoriosa de los de Paco Herrera, una racha que todavía continúa y que acumula ya ocho encuentros sin perder. No obstante, la fórmula del éxito es muy distinta a la de ocasiones anteriores. El equipo ha encontrado la solidez defensiva, fruto de la mejoría de hombres como Yoel, Hugo Mallo o Roberto Lago y de la entrada en el once de otros como Túñez y Oier. Siete partidos imbatidos y un solo gol recibido en estos dos meses de competición así lo avalan. No obstante, el plano ofensivo parece haberse resentido. Al Celta le cuesta mucho más hacer gol: 12 tantos en los últimos 8 encuentros (incluyendo los 4 del Sabadell) y sólo 3 en los cuatro más recientes. El equipo sigue generando ocasiones, pero parece haber perdido la efectividad de antaño.
   
En resumen, estamos ante la evidencia de lo difícil que es alcanzar la perfección, de lo complicado que es que la manta te cubra pies y cabeza. Antes nos cubría el rostro, pero dejaba al descubierto los pies, los cimientos, lo más importante al fin y al cabo para caminar por un sendero tan lleno de obstáculos como la Liga Adelante. Actualmente parece que por abajo estamos bien abrigados, pero que la cabeza se está congelando. Ese es ahora el aspecto a mejorar, la efectividad de cara al gol. Sin embargo, si fuera necesario elegir, yo prefiero la versión actual. Básicamente porque tener calientes en los pies siempre te garantiza que, a poco que la cabeza entre en calor, no vas a pasar frío.

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