Reconsideración de objetivos


Foto: LOF - Faro 
Es inevitable que cuando la victoria visita el hogar con asiduidad, la euforia se desboque y todo sean presagios positivos. En cambio, cuando el huésped es la derrota, lo lógico es que dudas y temores se apoderen de uno.

El Celta ha comenzado a vivir una semana cortada por el segundo patrón. Los tres tropiezos consecutivos han encendido todas las alarmas en la parroquia celtista. Lo que hasta hace menos de un mes era seguridad y certeza absolutas en que este equipo lograría el objetivo del ascenso, hoy ha tornado en desconfianza y miedo a que, al igual que en años precedentes, los celestes no logren escapar de ese pozo que es la Segunda División.

En la pretemporada, el presidente de la entidad, Carlos Mouriño, hablaba del ascenso directo como el objetivo número uno del equipo para esta campaña. Desde la afición, y tras perecer a orillas del sueño el curso pasado, las exigencias se habían incrementado. Lo que el año anterior había supuesto una sorpresa, ahora era una exigencia: el Celta debía pelear por terminar entre los dos primeros. Introducidos en la peor racha de la temporada después de tres derrotas consecutivas, las dudas se ciernen ahora sobre un entrenador, unos jugadores e incluso un proyecto que, hasta hace poco, parecían incuestionables. La pregunta es: ¿hay motivos para dudar?, ¿hay que reducir el objetivo de principio de campaña?

Lo dije a principio de temporada, lo comenté durante la racha triunfal de encuentros y me reafirmo ahora: este Celta tiene peor equipo que el año pasado. Aunque puede ser mejor en ataque, es más débil tanto defensivamente como en la portería, además de faltarle un organizador de juego claro. De todas maneras, las condiciones las tiene para ser uno de los tres agraciados que, a final de campaña, se hagan con el premio gordo. No obstante muestra una serie de defectos que, inevitablemente, impiden pensar en alcanzarlo por la vía rápida.

El juego y la capacidad realizadora del equipo son, sin duda, de ascenso directo. No obstante, parece difícil pensar que un equipo pueda quedar entre los dos primeros si cada acción a balón parado del rival es sinónimo de gol, si se antoja vital marcar siempre tres tantos para doblegar al adversario, si a la mínima que vienen mal dadas el entrenador decide ponerlo todo patas arriba, si los futbolistas no juegan en su sitio, si en el banquillo hay suplentes que merecerían ser titulares, si en el campo hay titulares que merecerían ser suplentes, si falta carácter para sobreponerse a situaciones adversas, si escasea el oficio y la pillería suficientes en ciertos momentos claves…

Queda mucho y no hay que volverse locos, pero quizás deberíamos hacer una reconsideración de objetivos. Con estos errores pensar en el ascenso directo se antoja difícil. Con el potencial del equipo, el playoff parece, a priori, bastante asequible. En el momento en el que el grupo encuentre el equilibrio defensivo (es vital fichar un central diestro en el mercado de invierno, además de recuperar la mejor versión de los dos laterales), Herrera apueste clara y decididamente por el modelo de juego que más le conviene al equipo (4-2-3-1) y los futbolistas suban un escalón en lo que al aspecto mental se refiere, entonces sí que el ascenso directo puede ser una realidad. Mientras, convendría conformarnos con una emocionante promoción de ascenso que, de salir triunfantes, da acceso al mismo botín que las dos primeras plazas de la clasificación. Y es que, como suele decirse, a veces es bueno dar un paso hacia atrás para tomar impulso.

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