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Foto: José Lores |
Celta y Hércules presentan propuestas de fútbol totalmente antagónicas. En los celestes prima el fútbol ofensivo, la búsqueda de la portería rival y la idea de que para ganar hace falta marcar un gol más que el rival. Por su parte, los herculanos abogan por un juego más rocoso y sobrio, mucho menos vistoso y cuya máxima es rentabilizar al máximo las dianas anotadas encajando pocos tantos. Dos maneras opuestas de entender el fútbol, pero totalmente válidas y legítimas si el resultado que obtienen es el triunfo.
La veracidad de estas afirmaciones se encuentra en las estadísticas, generalmente señales inequívocas de la naturaleza de los equipos. Mientras el Celta es el equipo que más goles anota de la competición (24), los alicantinos presentan uno de los registros más pobres en este aspecto con sólo 13 goles. Una cifra que incluso es superada por el colista de la categoría, el Huesca, quien acumula 14 tantos a favor en este inicio de liga.Por otra parte, en el apartado defensivo, son los herculanos los que sobresalen. Sólo han encajado 6 goles, lo que consolida a su meta Falcón como el menos goleado de la categoría. En cambio, el Celta no puede presumir demasiado de su solvencia en la retaguardia, pues ya ha visto perforada su portería en 15 ocasiones.
En fin, dos modelos, dos ideas, dos propuestas antagónicas. El debate sobre cuál es mejor es tan viejo como el propio fútbol. El público suele optar por la primera, más arriesgada y valiente, pero en la que las victorias se disfrutan mucho más. La segunda, excesivamente dependiente del resultado, se ciñe única y exclusivamente al marcador final. Lo perfecto sería el equilibrio entre ambas, pero eso únicamente está al alcance de un par de equipos en el panorama futbolístico mundial.
Muchos dirán que el juego del Hércules es más idóneo para la categoría que el que practica el Celta. Probablemente esos mismos recordarán que ese Celta de Víctor Fernández que desplegaba un fútbol espectacular nunca ganó nada; mientras Lotina, con una idea mucho más conservadora, consiguió meter al equipo vigués en la Liga de Campeones.
Sinceramente, y respetando y mucho a los que así opinen, prefiero quedarme con la primera opción. Y el porqué, muy sencillo, hay que buscarlo no en el triunfo, pues ambos modelos han demostrado que pueden ser sinónimo de éxito, sino en la derrota. Ante el fracaso, el primero siempre encuentra consuelo; el segundo, sólo un vacío.
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