La culpa no es del marroquí


Foto: David Hidalgo 

El fútbol español asiste atónito al espectáculo de Los Cármenes, que en el día de ayer vio como se suspendía el Granada- Mallorca luego de que un paraguas impactase en el rostro de uno de los asistentes de Clos Gómez. Desde el club nazarí se confía en que esta acción no traiga consecuencias para su club, y lamenta que un "menor de origen marroquí" haya hecho tanto daño a su afición, dejando claro que el autor de la agresión no es socio del club y había asistido invitado por el Granada al partido. La web del club ha emitido un lamentable comunicado, en su línea habitual, calificando de "pequeño arañazo" la lesión del asistente y añadiendo que de la herida "brotó una poca sangre". Es muy curioso si recordamos como pusieron la voz en el grito cuando Iago Aspas, de forma fortuíta, impactó en la cara de Roberto y le causó un moratón. La foto del bueno de Roberto aparecía en la web del Granada a tamaño extra grande para que se apreciase la violencia de Aspas.

Así que la tesis que sostiene el Granada es que la culpa es del marroquí, un "desalmado", según Fabri González, y que pone en duda el honor de un conjunto tan honorable como el nazarí. Es posible que en alguna parte de España esta tesis "cuele", pero no creo que nadie se la crea  en Vigo o en Elche, dos ciudades que sufrieron en sus propias carnes la marrullería de una afición, que por desgracia, se está generalizando en el fútbol español.

Es posible que lo de ayer fuese un acto aislado, y me creo que las personas que estaban a su alrededor lo señalasen, pero hay ciertos actos que no son casuales. No fue el marroquí el que apedreó el bus del Celta, y una semana después el del Elche durante el pasado playoff. No fue el marroquí el que pegó por toda la ciudad carteles con la cara de Aspas, bajo el lema "Se busca". No fue el marroquí el que se enzarzó en una batalla de pedradas con la afición local en el partido de vuelta disputado en el Martínez Valero. Tampoco fue el marroquí quién entró al vestuario del Elche para intentar pegarse con Bordalás tras haber logrado el ascenso, ni el que le hizo una peineta al propio Bordalás tras marcar un gol.

Tampoco fue el marroquí el que, celebrando el ascenso en el ayuntamiento de Granada, dedicó cánticos obscenos al equipo derrotado. No fue el marroquí, fue Quique Pina. Y la culpa de sus actos no la tiene el pobre marroquí. Ese Quique Pina, que incendió el play-off y que celebró el ascenso del Granada con aquella frase: "Es un gran día para la ciudad de Córdoba". No, de eso tampoco tuvo culpa el marroquí.

Al final, uno siembra lo que recoge. Podemos seguir mirando para otro lado y pensar que es un hecho aislado y que la afición del Granada es ejemplar, pero no es lo que piensan los que se han enfrentado a ellos, y no solo en el play-off. Una afición sin la costumbre de estar en la élite y que ha entrado en la misma como un elefante en una cacharrería. Es una pena que estas cosas suceden, pero al final, casi nunca son casuales. Desde los clubes tienen una gran responsabilidad y no es recomendable que cada vez que el señor Pina tenga un micrófono delante eche sapos y culebras. Al final, la culpa es del marroquí, pero bien harían en buscar el responsable dentro del club y no fuera. Y mejor haría el Comité de Competición adoptando una sanción ejemplar para los violentos, porque antecedentes los hay, otra cosa es que no hubiesen tenido puntería, pero la intención ya todos la conocemos, y alguno de nosotros, la sufrió en sus propias carnes.

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