21:55 horas del pasado sábado. Mientras me acomodo en el sofá para ver el regreso de Granada y Betis a la máxima categoría del fútbol español, al tiempo que me lamento porque sean dichos conjuntos y no el Celta los que vayan a disputar el encuentro, sale Unai Emery a sala de prensa. El entrenador del Valencia, aliviado por la victoria de su equipo por 4-3 ante el Racing de Santander, no para de beber agua. Se le ve nervioso, sobreexcitado por un choque en el que su equipo perdía por 1-3 a falta de veinte minutos y que la calidad de Roberto Soldado resolvió a su favor. Con el micrófono delante y después de la retahíla de tópicos habitual, lanzó una afirmación muy interesante: “es el partido perfecto para aprender”, “hemos sufrido, nos hemos equivocado, lo hemos hecho mal en muchas cosas, pero hemos logrado una victoria que nos va a permitir trabajar en esos errores de otra manera distinta a que si hubiésemos perdido”.
En mi opinión, Paco Herrera, el preparador celeste, podría haber dicho tres cuartas partes de lo mismo en la rueda de prensa del domingo en Murcia. El Celta venció de manera contundente al recién ascendido equipo de Iñaki Alonso. La calidad y efectividad de la tripleta atacante, sobre todo de un imperial Quique De Lucas, trajeron para Vigo los tres primeros puntos de la temporada. El conjunto celeste siguió mostrando las señas de identidad de la pasada campaña: una pegada brutal y una facilidad notable para el contraataque.
Pero poco más. Me explico. No creo que por vencer en el primer encuentro de la campaña, por hacerlo fuera de casa, por anotar tres goles, porque De Lucas sea el nuevo Pichichi o porque por fin nos hayan pitado un penalti a favor, haya que tirar cohetes. El encuentro de anteayer no estuvo bien y es el típico partido que se vence por la calidad individual de un par de jugadores. El problema es que dicha calidad individual no es eterna en el tiempo, a veces desaparece, por lo que va a ser muy difícil encontrarla en las 41 jornadas restantes. El equipo debe ofrecer algo más.
Estoy contento por la victoria, pues pienso que es lo mejor que nos pudo haber pasado para ganar confianza y tiempo. Pero, de la misma manera, estoy muy preocupado. Principalmente por la línea defensiva. En la mañana del domingo, la zaga celeste dio muestras de una gran debilidad, la cual puede ser y será un enorme lastre a largo plazo. Hugo Mallo estuvo despistado, desorientado, desubicado. Paco Herrera lo achacó a su llegada del Mundial sub20, lo que le obligó a separarse de la dinámica del grupo. Puede ser y estoy convencido que será flor de un día. No obstante, lo que sí es verdaderamente preocupante es lo de Jonathan Vila: el jugador porriñés volvió a mostrar sus peores carencias, aquellas que escondió durante gran parte del curso pasado y que salieron a la luz a final de año: la lentitud y el error en el despeje. A punto estuvo de ser expulsado al verse superado en carrera por Kike, de no ser porque el delantero murciano fue honrado y no se tiró. Además, cometió numerosos errores con el balón en los pies, pues casi el 100% de sus despejes acababan en las botas murcianas. Urge un central diestro rápido, o cuanto menos recuperar a Ortega, quien, si bien tampoco es muy veloz, muestra mayor seguridad por arriba, mejor colocación y también es ducho en la gran virtud de Vila: sacar el balón jugado.
El otro foco de preocupación estuvo en el centro del campo. A Bustos no se le puede, ni se le debe, pedir más de lo que hace. Su trabajo defensivo en la medular es vital para el Celta, así como su labor de recuperación, la cual posibilita, en muchas ocasiones, esas contras que tan buenos resultados le dan al conjunto vigués. Con Natxo Insa podemos decir aquello de “Roma no se hizo en dos días”. El ex-jugador del filial amarillo estuvo correcto, sin demasiados alardes, y mostrando poquito de lo que realmente puede dar. Ayudó en la destrucción y buscó la seguridad en el pase, donde recurrió en demasía a los centrales (algo por lo que se criticaba fervientemente a López Garai). Sin embargo, es pronto para hacer una valoración a su rendimiento, pues va a necesitar de más partidos para mostrar su verdadero potencial. Al que sí se puede criticar es a Álex López. El futbolista ferrolano, del que me considero un ferviente seguidor, no es estuvo bien en la Nueva Condomina. Por mucho que diga Herrera, su partido fue gris, estando desaparecido durante la primera mitad. Le faltó conectar con los delanteros, mantener la posesión y ofrecer más llegada, labores que, tras la marcha de Trashorras, se le presuponen a él. Esperemos que con el paso de los encuentros, se aleje de la banda, y termine por ocupar su lugar en el centro como timonel del barco celeste.
En resumen, hay que mejorar en defensa y en la creación de juego. Aunque la llegada de Bermejo invite a ello, el Celta no puede desarrollar un fútbol tan directo, tan fácil de defender. Necesitamos de un futbolista creativo, capaz de llevar el tempo del partido, de organizar el ataque celeste. Por mucho que algunos me critiquen, ese jugador era Roberto Trashorras y no hay otro como él en la categoría. Asimismo, Orellana, aunque presenta otras virtudes, no es el perfecto ocupante de la vacante dejada por el de Rábade. No obstante, uno de los que más se le parece está en nuestras filas y se llama Álex López, pero debe dar algo más de lo que ofreció ayer en Murcia.
Lo dicho. No hay que emocionarse y hablar ya de ascenso directo, pues no hay motivos todavía para ello. Con una gran pegada se puede mantener a un equipo en la categoría, pero no optar a subir. Para esto último hace falta algo más. Mientras Herrera lo encuentra, mejor ir ganando partidos pues, como dijo Emery, es la manera perfecta para aprender.
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