45 minutos casi perfectos


Foto: Lalo R. Villar/AS
El nuevo Celta de Unzué había generado ciertas dudas en su arranque, e incluso en el partido contra Udinese se ampliaron estas duras por tratarse de un partido a poco más de una semana del arranque liguero. La afición reclamaba verticalidad, acusaba al equipo de ser demasiado horizontal y previsible, y también de no tener gol, algo que las estadísticas contradecían, pero a veces las sensaciones van más allá de los números. 

Pocos partidos suelen hacer olvidar todo lo sucedido anteriormente como el de ayer. El Celta regaló a su afición 45 minutos primorosos, maravillosos, con un juego bello y efectivo. Claro que no nos olvidamos de contextualizarlo. Era un partido amistoso en el que la Roma jugó con una mezcla de suplentes y titulares, con preponderancia de los primeros. Pero no dejaba de ser la Roma, aunque pareciese un muñeco en manos de un Celta arrollador. 

El gran mérito de Unzué es que ha conseguido aplicar sus matices en apenas 4 semanas de trabajo. Claro que tal vez solo lo podría conseguir en un equipo como el Celta, acostumbrado a un estilo, fichando jugadores para esa idea desde hace años, y siempre con entrenadores similares desde la época de Eusebio. Con más o menos matices, todos los entrenadores han apostado por un estilo similar. 

Unzué es inteligente, o al menos lo está demostrando por el momento. El Celta hacía una presión casi inmejorable con Berizzo, y la ha mantenido, pero ha dotado al equipo de más toque y combinación para llegar al área contraria con ventaja. Menos electricidad, menos explosividad, pero buscando igualmente la practicidad y la belleza. 

Y con estas virtudes, el Celta pasó por encima de una Roma sacudida por la realidad, golpeada por los arreones de un equipo seguro y confiando en sí mismo. Decía Unzué que empezar bien le ayudará a acercarse cada vez más a su idea, y el partido de ayer será una borrachera de autoestima para los suyos… y también para él, que ha visto sobre el terreno de juego lo que tiene en la cabeza. 

Una y otra vez, el Celta sacaba el balón desde su campo, tocando y tocando, superando líneas de presión, hasta plantarse en el área contraria para que resolviese el talento de los de arriba. Y si perdían el balón, presión alta para recuperar e intentar aprovechar el desorden de su rival. En eso incidía Unzué el viernes: Si robas rápido el balón tienes una oportunidad de encontrar a tu rival desordenada, porque la salida siempre es más desordenada que el repliegue defensivo. Y esa es la máxima: Recuperar y atacar. Nos vamos a divertir este año en Balaídos. Otra vez. 

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