Las vidas paralelas de Pablo Hernández en el Celta y la selección chilena


Foto: Franck Fife/Getty Images
Pablo Hernández ha llevado una vida paralela en el Celta y la selección chilena. Al Tucu no le ha resultado nada sencillo triunfar con ninguno de los dos equipos. A su llegada a Vigo eran habituales los pitos y las protestas de la afición a un jugador al que se miraba mal por ser una petición del entrenador, que ya lo había tenido a sus órdenes en O’Higgins. Además le costó aclimatarse al fútbol europeo, pero en cuanto lo hizo se convirtió en uno de los mejores del equipo en cada partido. 

Vivió su peor momento en aquel Celta - Las Palmas, ya en su segunda temporada en el Celta, que obligó incluso al club a emitir un comunicado pidiendo a la afición que no se repitiesen situaciones como las vividas en aquel encuentro con el centrocampista. A partir de ahí la historia ya la conocemos. El Tucu creció de manera increíble y acabó siendo uno de los jugadores más respetados del equipo por la afición y los rivales. 

Algo parecido le ha sucedido en la “roja”. Al igual que en Vigo, existían recelos con el futbolista, en este caso por su origen, puesto que nació en Tucumán, una ciudad argentina. Pablo Hernández es internacional chileno porque sus abuelos eran chilenos. Fue entrando poco a poco en la selección, recibiendo ciertas críticas en momentos puntuales, en muchos casos exageradas, hasta que su consolidación se ha completado en esta Copa Confederaciones, en la que se ha ganado un puesto en el once, además del respeto de la hinchada. 

En el partido ante Portugal vivió uno de sus mejores momentos, que están siendo ensalzados ahora por la prensa chilena, que califica de “perfecto” el partido del centrocampista celeste, que tuvo un 95% de acierto en el pase, y que fue uno de los mejores en el juego aéreo, ganando 8 de los 13 balones que disputó por alto. A Hernández ya lo respetan y lo quieren en su selección. Y hacen bien. 

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