El negocio y el aficionado


Nos dicen que el fútbol moderno es esto, pero cuesta creerlo. La camiseta de un club es algo sagrado, una prenda que los aficionados lucen con pasión y esperan con gran expectación para conocer los diseños y poder lucirlos cuanto antes. Son muchas las voces que desde hace años alertan por los precios con los que salen a la venta, a pesar de que temporada tras temporada registran muy buenas cifras de venta. 

El fútbol tensa la cuerda con los aficionados hasta el extremo, con la seguridad de que nunca se va a romper. Pero podría suceder. El celtismo vivió ayer uno de esos momentos. Que la camiseta del equipo pase de golpe a costar 80 euros es algo que parecía reservado a otras aficiones y otros clubes. El precio es una aberración, porque además de dificultar la compra a muchos aficionados deja a la vista de todos el negocio en el que quieren convertir el mundo del fútbol. 

¿Es necesario poner ese precio a las camisetas?. El club defiende que es un imperativo de Adidas, que ha podido mantener los precios en los últimos años, pero ahora ya no. Seguramente muchos harán igualmente el esfuerzo, pero cada vez serán menos. Es evidente que esto debería regularse con la oferta de la ley y la demanda, pero no es así. Si este año no se venden será porque la tienda no está en una zona visible, o porque los bajos comerciales siguen sin estar en manos del Celta, pero nunca por el precio. El próximo año costarán lo mismo y vuelta a empezar. 

También es evidente que se trata de un lujo y no es obligatorio tener una camiseta del Celta, que la compra el que quiere y el que puede (esto último cada vez más), pero ese argumento sirve para casi todo, y uno no dejaría de escandalizarse si le cobrasen 20 euros por una entrada de cine. Nadie quería que el fútbol se convirtiese en esto, pero ya es demasiado tarde. Ojalá algún día el negocio y el aficionado se encuentren otra vez.

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