El final del poema, por Breo Gallagher


Foto: EFE
Como sabéis, tenemos a vuestra disposición nuestro correo electrónico (info@moiceleste.com) por si os parece bien enviar algún artículo sobre cualquier asunto. En este caso nos hace llegar Breo Gallagher este emotivo texto sobre la figura de Fabián Orellana. 

Para aquellos que solo vemos rodar el balón los noventa minutos, sin chiringuitos, sin tercer tiempo, sin puñetazos en bares ni palabras a destiempo, para los que nos sabemos lo que es un vestuario y solo vemos el verde del césped y los veintidós correteando, para los que imaginamos que el fútbol sigue siendo pura magia como cuando jugábamos en el patio del colegio y disfrutabas cada momento, como si fuese el último… sin estrategias ni elementos externos. Para los que no entendemos ni sabemos de las disciplinas férreas de un equipo desde dentro, para todos aquellos que crecimos con las fiestas de Romario y sus vaselinas y sus colas de vaca imposibles luchando en pie de guerra contra entrenadores grises y ultraserios… Para todos esos, que solo vemos la poesía en este circo cada vez más vacío y más siniestro, hoy es un día triste, muy triste, porque hay un hombre que jamás volverá a vestir el color del cielo.

Te recuerdo pequeñito en la banda del Jerez, emigrante desconocido como muchos, pero con algo… algo único que te hacía distinto. Luego como archienemigo empatando una eliminatoria donde se nos venía la vida o el infierno. Por fin, te convertiste en un aliado, un gran amigo, vive Dios, en un año dorado… devolviendo a Vigo donde siempre pertenecimos, donde siempre debimos haber estado. Verte al año siguiente de blanquirrojo fue como ver al amor de tu vida de vuelta con su ex-novio. A veces la vida es justa y aún habría tardes de gloria, y así fue que regresaste, y así creció toda esta historia poquito a poco, con un regate, un taconazo, un pase en corto, un escuadrazo. Había veces que ese balón paraba el tiempo, el frío andino  en tus pies recorriendo Balaídos, recordando estepas rusas, de vez en cuando. Tu nombre, Chile. Un país entero, ¡tan largo! en un tipo de tres palmos.

Parece mentira que te esté escribiendo en pasado, así, tan rápido, como si hubieras muerto en un accidente desgraciado. Parece mentira que nos hayamos quedado sin el Poeta, de la noche a la mañana, sin Orellana. No sé qué dijiste, a quién faltaste, por qué osaste… No sé dónde irás, qué dirán de ti los que aquí se quedan… No sé si ganaremos, ni cuánto más perderemos, siendo expertos en esto… Solo sé que, si el fútbol es justo, y la vida nos pone en camino correcto, pase lo que pase, y aunque algún desmemoriado se atreva a negarse… todos, uno a uno, te aplaudiremos. Te echaremos de menos.
Gracias por todo. 

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