Cuando Luis Enrique llegó a Vigo ya sabía quien era Santi Mina. El asturiano traía los deberes hechos, y aunque no pudo estar apenas en la pretemporada, le tenía reservado un hueco, y no tardó en darle minutos. En su primera temporada, a pesar de no marcar muchos goles, demostró una facilidad enorme para aparecer en las posiciones donde se crean las ocasiones, para generar ocasiones de gol. No es fácil. A Aquello se le llamó “el don”.
Sufrió más con Berizzo, con quien le costó mucho entrar en el equipo, pero terminó la temporada como titular habitual. Sus 4 goles al Rayo Vallecano, los primeros del curso fueron un punto de inflexión. Acabó la temporada liguera con 7 tantos, casi todos en los dos últimos meses de competición.
En Valencia le ha sucedido algo parecido. De ser suplente, a tener ocasiones y destacar en partidos importantes, pero lo que verdaderamente hizo encender la mecha fue una eliminatoria de Europa League ante el Rapid de Viena, donde además de mardar goles repartió varias asistencias.
Santi ya tuvo un papel importante en la recta final de la Liga con su equipo. Acabó el año con 9 goles, 4 de ellos en Liga, cifras que promete superar este curso, donde ya ha empezado con un doblete que no evitó una incómoda derrota ante la Unión Deportiva Las Palmas. Mina es un jugador llamado a grandes cosas. Su salida del Celta no fue la más elegante. Pecados de juventud. En Valencia cobra más, pero de momento no ha mejorado en lo deportivo. Tiene tiempo por delante para hacerlo, y conociendo a su representante enseguida lo sube de nuevo en un avión. Una pena no haber visto más de Santi Mina en el Celta.
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