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Foto: LFP |
Que el Celta tiene un problema en defensa es evidente, como también lo es que consigue ocultar esta carencia durante gran parte del partido merced a su dominio del juego. Defiende con el balón, que es la mejor manera de evitar que los rivales hagan daño. Pero no siempre funciona, y es difícil no bajar la guardia en algún momento. Cuando esto sucede, los rivales simplemente se encuentran con los goles.
Le ha sucedido en varios de los últimos partidos. Ante el Sevilla en Copa, con las contras de Gameiro que dejaron sentenciada la eliminatoria en cinco minutos, o ante el Barcelona, con un cuarto de hora primoroso de los catalanes que castigó a los vigueses con un goleada que no hacía justicia a lo visto durante el encuentro.
Pero el ejemplo que más se parece a lo visto ayer fue ante el Levante. El Celta se puso 3-0, en un partido que dominaba a placer y en el que los granota apenas habían inquietado. Fue marcar el 3-1 y a renglón seguido el 3-2 que metía el miedo en el cuerpo de los célticos. Orellana marcó el 4-2, pero el partido aún no se había resuelto ya que los valencianos anotaron el tercero que volvía a llevar la incertidumbre al marcador.
Ante el Eibar volvió a suceder algo parecido, aunque en esta ocasión no había tiempo para mucho más. Era el minuto 83 cuando un dudoso penalti supuso el 3-1, y tres minutos después Takeshi Inui llevaba el pánico a la grada de Balaídos con el segundo. Los jugadores del Eibar decían al final del encuentro que si el partido hubiese durado cinco minutos más, podían remontar. Es mucho suponer, pero lo cierto es que cuando el Celta pierde el control del partido y los rivales se aproximan al área viguesa encuentran el gol con una facilidad preocupante, y se puede perder en 5 minutos todo lo hecho durante los otros ochenta y cinco.
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