El germen de algo grande


Foto: César Manso
Seguramente la palabra que mejor definía lo que sentía ayer el aficionado celtista era orgullo. El de ver a un equipo dejarse la piel, pelear contra los elementos y buscar una remontada que parecía utópica, imposible e irreal. Los futbolista del Celta creyeron en ella, y se ganaron el respeto, una vez más, de su afición, que le brindó una ovación al término del partido de las que no se recuerdan en Balaídos. 

Y no es que no se recuerden en las victorias, sino que es casi inédita en las derrotas. Caer eliminado de una competición y despedir al equipo con una sonora ovación está al alcance de muy pocas aficiones, y serán muy pocos equipos los que alcanzarán semejante logro. 

A la épica también ayudó el clima. La intensa lluvia que reinó durante los noventa minutos se convirtió en protagonista del encuentro. No benefición en absoluto al Celta, que vio como el campo se volvía impracticable en la segunda mitad, con zonas en las que el balón apenas rodaba, pero ni así fue capaz de jugar al pelotazo. Siguió creando, creyendo en el fútbol que le ha llevado hasta aquí. El fútbol que le daré el éxito. 

No me cabe la menor duda de que este equipo alcanzará el mejor ciclo de su historia en los próximos años. Y que llegará un título. El partido de hoy es el comienzo de algo grande, enorme. Llegar a semifinales de Copa esta temporada es una toma de contacto, es conocer la alta competición en el nivel de máxima exigencia. Será una experiencia necesaria para el futuro, tanto para la afición como para el equipo. Será el primer paso de un equipo que hará historia y se recordará. 

Se han sentado las bases para un crecimiento sostenido y paulatino que, de momento, ya ha llevado al equipo a pelear por un título quedándose a las puertas de la final. Europa es otro objetivo que se alcanzará, y esta vez no fallaremos en el momento más oportuno. Será el próximo año o el siguiente. En 2019 o en 2020, pero llegará. El proceso ha comenzado. 

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