Traición en mal momento


CÉSAR QUIÁN

Perdió el derbi el Celta. Merecidamente, sin excusas, ante un Depor superior que supo jugar un partido que es mucho más que un partido. Es en las fechas grandes cuando un equipo debe ser fiel a sí mismo y no traicionar su idea. Lo comentaba Berizzo en los días previos: no habrá cambios. Pero por primera vez en la temporada, el Celta perdió sus señas de identidad sin necesidad de modificar sus nombres. Esa ideosincrasia que condujo a victorias de prestigio en Sevilla o Villarreal y a una goleada histórica al mismo Barcelona que ayer vencía 0-4 en el Bernabeu, brilló por su ausencia en A Coruña. Se traicionó a sí mismo en el día menos propicio y en el escenario más inadecuado. Miles de celtistas entregarían el 4-1 a los culés a cambio de otra actuación anoche en Riazor. Duele por el fondo, pero sobre todo por las formas. 

De los dos goles del encuentro se extraen los males olívicos en una noche nefasta. El 1-0 de Lucas Pérez refleja la falta de intensidad que por primera vez acompañó a los de Berizzo. Que no pasotismo, ojo. Desde el primer minuto el Deportivo jugó en moto mientras el Celta lo hacía en bicicleta. Todos los duelos, todos los balones divididos, todos los rechaces caían a resguardo blanquiazul. Cada duelo individual tenía vencedor coruñés. Los locales se hicieron grandes en las contiendas de la medular, donde sólo el Tucu Hernández aguantó el tipo a su par, y explotaron al máximo ese Lucas-Fontás que tanto miedo generó en Vigo durante la semana. Si por algo ha destacado el grupo de Berizzo hasta entonces ha sido por jugar siempre con una marcha más que su adversario. Anoche, el motor se gripó.

El 2-0 resume el apagón generalizado. Un despropósito entre Jonny y Sergio que lo define todo. Simple y llanamente, no fue el día. Es difícil pensar un partido con tanto nivel de desacierto, en el que la práctica totalidad del once tenga una mala noche. Así ocurrió en Riazor. Orellana acusó los viajes transoceánicos y perdió esa frescura que le caracteriza. No acertó un pase, no convirtió un regate. A Nolito se le vio superado, sobreexcitado, más nervioso que nunca. Y no por el penalti. Por momentos recordó al peor Aspas. Mientras, el de Moaña se pasó de frenada buscando el equilibrio. Tanto le habrían insistido durante la semana en no perder la cabeza que terminó jugando sin corazón. Fue un Iago descafeinado, insulso, en el extremo contrario al que habíamos conocido. Desapercibido. Tan triste como el propio Celta. 

Se equivoca Berizzo en acudir a los detalles de partido para explicar la derrota. El Celta fue superado desde el inicio y no supo reaccionar al hundimiento. Su inmovilismo molesta más si cabe en estos días. Debe tocar cosas para evitar una debacle otoñal como la del curso pasado. Wass reclama descanso desde hace semanas. Con Rubén recuperado, debería haber debate en la portería. Además, Fontás no está ni estuvo para jugar en las últimas fechas. Jonny demostró durante sus minutos como central que ha sido una irresponsabilidad alinearlo estas tres semanas. Aunque no toda la culpa es del técnico. Resulta incomprensible ver como un Deportivo mucho más mermado económicamente ha confeccionado una plantilla mucho más completa y con más alternativas. Sin Cabral ni Radoja, el Celta terminó el partido con tres laterales en defensa. Ahora que hay dinero, racanería. Berizzo sólo confía en 14-15 jugadores y es obligación de la directiva aportarle algo más. Un central y otro hombre de ataque, imprescindible para afrontar lo que viene. 

Y lo que viene es una fase del calendario más "amable" que lo anterior. El Celta ha superado el Tourmalet y lo que le resta son equipos de un pelaje igual o inferior a priori. Propicio para frenar la mala racha y detener cualquier indicio de hemorragia similar a la del pasado curso. Duele y mucho perder un derbi, pero es obligatorio levantar la cabeza y seguir pelando. La vuelta en Balaídos ofrecerá revancha. Y para entonces, esperemos que el Celta no se traicione a sí mismo como hizo anoche en Riazor.


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