Esperando a Iago Aspas


Foto: Marcos Míguez
Existía gran expectación en torno al rendimiento de Iago Aspas en el derbi del pasado sábado. Para el moañés este siempre ha sido un partido diferente a otros. Celtista de corazón, sentimiento que ha consolidado con el paso de los años, en su regreso a Vigo tras dos años difíciles en Liverpool y Sevilla, la fecha del 21 de noviembre estaba marcada en su calendario desde que la Liga lo sorteó. 

Para él no es un partido más. Sus vivencias en derbis pasados le sitúan en el centro de atención de las iras y los odios blanquiazules. Aspas es lo más parecido a un anticristo en Coruña. Sus disputas con Colotto, el cabezazo a Marchena… sus declaraciones antes de los últimos derbis, le convierten en un blanco fácil para la afición rival. 

El sábado no fue diferente. A Aspas le recibieron con la mayor hostilidad posible. Desde el principio, en la salida de los jugadores del bus, cuando saltaron al terreno de juego a calentar. Él era el objetivo número uno de los aficionados más radicales. ¿Y cómo respondió Aspas? Con extraordinaria timidez. 

En su madurez futbolística y personal vimos a un Aspas muy comedido. Generó la mejor ocasión del Celta cuando provocó el grosero penalti de Fernando Navarro. Cedió la responsabilidad de lanzarlo a Nolito, como sucede habitualmente, aunque muchos pensamos que él debería ser el encargado de transformarlo. Ese es el Aspas que conocemos, el que nunca se esconde, el que se muestra en los grandes partidos, especialmente contra el eterno rival. 

Aquel Aspas que perdía los nervios, siempre aparecía en los encuentros. Cierto que esta versión es mejor, ya que no le cuesta partidos de sanción, pero en determinadas fases del encuentro se echó de menos el carácter de Aspas cuando suma. El sábado pasó desapercibido hasta en los líos. 

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