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Foto: EFE |
Clos Gómez cumplió con lo que todos esperamos de un árbitro cuando el Celta, o cualquier otro equipo pequeño, se mide a uno de los llamados “grandes”. A Clos Gómez no le tembló el pulso a la hora de expulsar a Cabral, justo lo contrario que hacen los árbitros cuando es Pepe o Sergio Ramos el que literalmente mete su cara en la de los trencillas. Para Cabral no es necesario faltarle al respeto a nadie para ser expulsado. Basta con una queja.
El recurso del pataleo es eso que la prensa nacional llamará “El Celta no tiene motivos para quejarse”, porque para ellos todo va bien, aunque el arbitraje sea tendencioso desde el minuto uno. Lo vemos constantemente, lo sufrimos, y si protestamos, se nos etiquetará como unos llorones. Sin más.
Así, árbitros como Clos Gómez podrán seguir amonestando a los jugadores de los equipos pequeños con esa aparente indiferencia que da el hecho de estar por encima del bien y del mal. Y no es necesario que Florentino llame a nadie, ni que un linier esté tocado para tomar decisiones a favor de uno y otro. Clos Gómez, como cualquier otro, sabe que expulsar a un jugador del Celta le saldrá gratis. Que equivocarse en contra de un equipo pequeño no tendrá consecuencias. No saldrá en la portada del Marca, no le señalarán en las tertulias forofas de la noche. Vivirá tranquilo. Aquí paz y después gloria. O en su caso, aquí Clos y después gloria.
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