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Foto: Miguel Ángel Molina |
Como tantas otras veces, el Granada Club de Fútbol quiso
amargar al celtismo con malas artes. Como tantas otras veces, fue el portero
Roberto, ese hombre que una vez defendió nuestros colores, quien representó con
una ausencia total de ridículo dichas malas artes. Y, como tantas otras veces,
a punto estuvo el Celta de sucumbir al fango, al juego subterráneo, a la
inmoralidad. Pero, esto ya no fue como en tantas otras veces, en el minuto 93
de partido apareció la zurda del joven Theo Bongonda para, milagrosamente,
curar los males de todo jugador blanquirrojo que pisaba el césped de Los Cármenes.
¡Qué bonito es el fútbol a veces!
Pero antes de toda esa justicia poética, apostó el Toto
Berizzo por un once similar al del pasado domingo con los únicos cambios de
Krohn-Dehli, Orellana y Larrivey. Los dos primeros, obligados, fueron
sustituidos como se esperaba por Radoja y Santi Mina; mientras que el tercero
cedió el turno a Charles en la punta de ataque. Once competitivo, con
alternativas y que podía plantar cara de forma sobrada a un Granada herido y
peligroso. Sin embargo no pudo empezar peor la cosa: Hugo Mallo se despista
cuando casi no iban ni dos minutos de encuentro y se queda clavado pidiendo un
fuera de juego inexistente. La empanada provocó una concatenación de errores
aprovechados por Robert para anotar el 1-0.
Era, sin duda alguna, el peor escenario posible. El Granada
había cumplido con su trabajo: marcar pronto y especular, como siempre. Su
carencia de fútbol (o más bien su inapetencia de practicarlo) provoca que los
once jugadores andaluces se encierren atrás a la mínima ocasión, así que el
resto del partido pueden ustedes imaginárselo. 89 minutos de tortura futbolística
que consiguieron meter en la más difícil de las espesuras a un Celta que casi
nunca se encontró a sí mismo. Mucho menos cuando, a los 25 minutos de juego,
Augusto Fernández hubo de ser retirado del césped por lesión.
A partir de ahí le costó un mundo al Celta sacar la pelota. Abel
Resino adelantó la defensa como en él es habitual y sus jugadores apretaron líneas
cual faja barriguera. Los de Berizzo apenas pudieron jugar a nada. Ni siquiera
con la pronta expulsión de Murillo por doble tarjeta amarilla se vislumbró la
luz al final del túnel. Es más, le vino mejor a los locales para ya, descarada
y definitivamente, encerrarse con el ínclito Roberto y no dejar jugar hasta que
Álvarez Izquierdo dictase sentencia.
En la segunda parte arrancaron los celestes con pasión, pero
con poca cabeza. Tras diez minutos de arreón, el fango granadino volvió a hacer
acto de presencia. Entró Theo Bongonda, que lo intentó y puso con su zurda
interesantes pero estériles balones al área. Fue encontes, alrededor del minuto
60, cuando comenzó el habitual show de Roberto y el circo de sus amiguetes. Cada
vez que había un lance o la pelota trascendía los límites del terreno de juego,
un jugador local caía al suelo precipitadamente gesticulando y estirando alguna
de sus piernas (si no las dos). Llegó a ser hasta cómico observar cómo el
propio Roberto fingía sus calambres, con cara compungida y manoseando sus
muslos cual lámpara de Aladino.
En esas se vio el Celta, enfangado y lleno de barro hasta
las orejas, cuando a la desesperada colgó un balón Hugo Mallo que peinaron
juntos Larrivey (entrando, como siempre, a los postres) y Charles para que allí,
el pequeño Theo, colocase su zurda y batiese al portero gallego. Un gol que no
sabremos nunca si hizo justicia, porque esa balanza siempre es manejada con
interés, pero nunca nos quedará la duda de que todo el karma del mundo le fue
devuelto cual puñetazo al bueno de Roberto. ¡Cómo corría tras el gol! ¡Cómo
pateaba el balón con fuerza, olvidando sus viejos achaques! Su edad, ya
veterana, se vio rejuvenecida por ese tardío gol en contra. Me imagino que, en
la quietud de su alojamiento y con la única compañía de su almohada, habrá
rogado porque esta situación se repita más a menudo. Porque así sus problemas
musculares desaparecerán de golpe y porrazo, como un bálsamo genial.
Se fue el Celta de Los Cármenes con un punto que sabe mejor
por quitarle dos a tan canallesco rival. La celebración conjunta de Cabral y
Charles, simulando una lesión muscular con estiramiento, es la imagen de un
partido que un equipo quiso jugar y el otro destruir. Como diría el
protagonista de un film policiaco de sobremesa: ‘Les está bien empleado’.
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