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| Foto: César Quian / La Voz de Galicia |
Suele suceder en el mundo del fútbol que los resultados dan y quitan razones. Son los que destituyen a los entrenadores, y también los que alzan a los mismos a la gloria. A Berizzo lo elevaron a los altares en el primer tercio de la liga, pero la cosa se fue complicado, mucho más de lo esperado y, seguramente, de lo que era justo. Así las cosas, una racha de diez partidos sin lograr la victoria puso al técnico argentino al borde de la destitución.
Aquella semana, hubo comparecencia pública de Mouriño, experto durante sus años en Vigo en ratificar a un entrenador, con todas las consecuencias incluso, semanas antes de despedirlo. Es algo muy habitual en los Presidentes, que se ven obligados a responder preguntas incómodas y suelen contestar lo más fácil, es decir, ratifican su confianza en el entrenador por encima de todo. Esta vez no respondió. Incluso se molestó por la pregunta y dejó a los periodistas sin respuesta, y a su técnico sin un respaldo que tal vez pudo haber echado de menos.
El tiempo ha pasado, y desde entonces el Celta ha jugado cuatro partidos, saldados con tres victorias y un empate. La primera victoria fue vital, porque rompía la racha negativa, y las dos últimas han sido significativas. La del Atlético porque era ante el actual campeón, que venía de golear al líder, y la de anoche porque se trataba del eterno rival. Berizzo, al margen de aspectos sentimentales, ha logrado diez puntos de doce posibles, y coloca al equipo octavo, con más de 10 puntos de ventaja sobre el descenso cuando quedan 42 en juego. No hay mayor ratificación que el trabajo bien hecho.
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