La Otra Crónica: guante blanco


Foto: Lalo R. Villar
Partido fácil el que encaró el Celta en la apacible noche del penúltimo viernes de octubre. El rival no era el Levante áspero de otros cursos, ni mucho menos aquel que en la era del Lucho se llevó los tres puntos en el último minuto. Demostró, cambio de entrenador incluido, que esa identidad tan reconocible se perdió por el camino de la ambición. Quizá por querer jugar a algo que no puede debido al tipo de jugadores con los que cuenta.

El caso es que los del Toto se amarraron al partido desde el inicio queriendo dominar. Bien es cierto que el engorroso ritmo levantinista fue dominando el partido y enfangándolo poco a poco, pero le bastó al Celta con amoldarse a las exigencias del encuentro utilizando la paciencia como principal arma. La presión alta se redujo enteros esta vez y el técnico argentino desechó (o quizá nos e vio exigido a ello) los marcajes al hombre ante la debilidad ofensiva del rival. Y es que es evidente que este Levante, ahora con Lucas Alcaraz, tiene mucho que trabajar en la parte atacante.

En el once fue Berizzo de apuesta segura: introdujo por segunda vez al ‘Tucu’ Hernández en el once inicial en detrimento de Álex López (sorprendió un poco que no diera descanso a Krohn-Dehli, fatigado y algo desdibujado desde el parón de las selecciones) y el chileno respondió mejor que bien. Notable su partido moviéndose en la sala de máquinas, pidiendo el balón, arrancando y asociándose con criterio. La sanción de Orellana le dio la oportunidad a un voluntarioso pero torpón Santi Mina y, como era de esperar, Jonny sustituyó a Planas en el flanco izquierdo y Sergi Gómez repitió titularidad por la ausencia de Fontàs. El resto, los de siempre. Y aunque quizá era buena oportunidad para darle minutos a Charles desde inicio, el gigantón Larrivey se empeña en golear en Balaídos.

Excepcional el partido del ariete argentino, cuya instinto e intuición lo llevan siempre a estar en el sitio correcto en el momento idóneo. Dos goles y un trabajo incansable que certifican su titularidad semana tras semana. Lástima que, como el bueno de Charles, haya tenido que llegar a la Primera división española con tan pocos años por delante. Delantera de lujo que asegura goles y, lo más importante, trabajo e inteligencia sin balón.

Y cuando el Celta peor se encontraba, más espeso y lento que nunca tras unos buenos 20 minutos iniciales, fue cuando llegó el gol merced a la mencionada paciencia. El balón se movió de un lado a otro con la intención de desarbolar al ordenado trivote defensivo de Alcaraz hasta que, tras cambio de juego, llegó el esférico a Santi Mina. Buen control orientado con el pecho que descolocó a la zaga y fue sucedido de un espectacular recorte. El balón llegó al ‘Tucu’ y este, inteligente, cedió al primer toque a Larri-gol. Lo más difícil ya se había conseguido: abrir la lata ante un equipo encerrado que tendría que buscar el empate y abrir inevitablemente sus líneas.

El descanso llegó sin pena ni gloria y el escenario era perfecto para los vigueses. Alcaraz no tardó en rearmar al equipo echándose para arriba con doble cambio en la reanudación y lo cierto es que el Levante mejoró un poco. Tampoco se vio el Celta muy exigido, pero si el espectacular zapatazo de Ivanschitz hubiera bajado un centímetro más estaríamos hablando del empate a uno con no demasiado tiempo por delante. Por suerte el larguero hizo su función y no hubo que lamentar víctimas porque instantes después, tras lesión muscular de Héctor Rodas sin cambios visitantes por consumir, los huecos que los locales necesitaban se abrieron por todos los frentes. Y, tras bonito robo y posterior contra, Mariño rechazó un remate de Nolito que llegó a la cabeza de Larrivey. Cinco partidos en el viejo Balaídos, cinco goles para el futuro guitarrista.

El resto, minutos de la basura. El Levante no compitió y el malo/bueno de los Teixeira (por fin se rompió la maldición) alargó el partido inútilmente hasta permitir la cantada de Diego Mariño tras zapatazo de Álex López. Goleada quizá un poco exagerada, pero victoria sin duda merecida de un Celta que va ganando oficio y no falla en los partidos clave contra rivales directos. Con la satisfacción del trabajo bien hecho, toca visitar el Camp Nou con toda la ilusión de darle un susto a nuestro viejo amigo Lucho. Nunca se sabe.


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