La victoria de un equipo adolescente


Foto: Ricardo Grobas
El Deportivo está en construcción y el Celta tiene una estructura organizada desde hace dos temporadas, se ha repetido durante estos días y volverá a oírse en la lectura posterior del encuentro. Pero no es cierto. Aunque con mayor continuidad en estilo y plantilla, el Celta está muy lejos de la madurez futbolística. Es un equipo adolescente en sus brillos y sus sombras.

Cuando se desata, el Celta despliega un enorme caudal de energía. Pero no sabe gestionar adecuadamente ese torrente de manera regular a lo largo de los noventa minutos, de manera que peca por exceso o por defecto. Y es además un equipo al que le dominan las emociones, especialmente en los últimos minutos. Viéndose en ventaja, quiso proteger su renta como ante la Real Sociedad, apretándose contra el área. Despreció lo mejor que tiene, que es el manejo del balón, y eso ante un adversario que se había deshilachado en el anhelo de lograr el 2-2. Sergio tapó ayer la herida con su excepcional intuición en el penalti. Pero como la de Radoja en la cabeza, seguirá abriéndose en futuras citas si Berizzo no consigue que sus jugadores aprendan a aquietar los latidos del corazón en esa clase de escenarios.

Así que el Deportivo está en construcción y puede refugiarse en tal argumento. Pero también el Celta puede crecer y mucho, elevando su horizonte por encima de la simple permanencia si lo consigue. Porque su potencial ofensivo encuentra poca comparación entre los equipos de la clase media, con un promedio de dos tantos por partido ya en la quinta jornada. Pero Berizzo tiene que ampliar las posibilidades doctrinales a la hora de proteger las rentas que se consiguen.

LA DUDA A DISIPAR

El Celta arrancó como suele, en plan arrollador. Pero esta vez aminoró el ritmo antes, más por decisión propia que por desgaste del pulmón. Da la impresión de que lo padecido en los cuatro partidos anteriores, ese tono crepuscular en el último tramo de los choques, había instalado cierta duda en el cuerpo técnico y los jugadores. Esta vez quisieron dosificar mejor su gasto. Pero se les fue la mano en el inicio de la segunda mitad. Queriendo ahorrarse oxígeno, consintieron que el Deportivo creciese. Un error que se hicieron perdonar por la reacción inmediata al gol de Cuenca. Lo que demuestra que el Celta, a la hora de plasmar con mayor continuidad todo el fútbol que es capaz de desarrollar, no padece tanto un problema físico como mental.

ENSAYO, ERROR Y ACIERTO

El Celta resultó desesperante en la estrategia. No falla la pizarra, sino el lanzador. A Nolito y Orellana hay que exigirles un mejor golpeo. Habían estrellado una decena de saques de esquina contra el primer defensa cuando al fin el balón voló hacia la zona de Larrivey. Y aquí fue cuestión de fe. El salto del ariete fue un retrato preciso de su confianza; el de Lux, la radiografía de sus vacilaciones. El arquero, básico en el ascenso, tiene el gusano de la duda royéndole las entrañas y a Fabricio llamándole a la puerta. De hecho, Víctor Fernández dejó entrever al parecer que pensaba operar el cambio ya en el derbi. Si fue así, se equivocó. Las mudanzas en la portería jamás deben amagarse. Se realizan o ni se mencionan. Porque el portero es el jugador más vulnerable a las sospechas propias y ajenas. Y el que más puede agigantarse sobre la creencia de que también parará el próximo disparo. En el Celta se da la situación contraria. Sergio, el eterno secundario, más habitualmente tercer portero incluso que segundo, condenado a vivir de las migajas y las eliminatorias coperas, ha volatilizado cualquier suspicacia que pudiese haber sobre su titularidad. Como ya hiciese Yoel en el inicio de la pasada campaña. Si existe el material, es trabajo del técnico emplearlo adecuadamente.

Armando Álvarez / Faro de Vigo

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