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Foto: Marta Grande |
En realidad, las opciones del Celta de retener a Rafinha se esfumaron en cuanto el jugador comenzó a carburar. Su padre y representante lo anticipó hace varios meses. "Rafinha está feliz en el Celta pero el trabajo que hace es para regresar al Barcelona", dijo Mazinho en febrero pasado. Los hechos no han tardado en darle la razón.
Lo cierto es que Rafinha dejará en el Celta un vacío muy difícil de llenar, tanto en el corazón del hincha, que le recibió el pasado verano como al hijo pródigo, como en el plano futbolístico, pues Rafinha apenas ha mostrado en Vigo un esbozo del inmenso futbolista que puede llegar a ser.
Sus números, en todo caso, no admiten discusión. Con Luis Enrique al mando, el menor de los hermanos Alcántara ha sido titular siempre que ha estado disponible. A pesar de tener que lidiar con varias incómodas lesiones, Rafinha deja el Celta con 2.529 minutos sobre el césped repartidos en 32 partidos, 27 de ellos como titular, y solo 5 (casi siempre debido a un problema físico) como suplente. El hijo menor de Mazinho, cuya máxima aspiración, según él mismo ha declarado, era parecerse a su padre, uno de los mejores medio centros que ha dado el fútbol brasileño y, junto a Mostovoi, el jugador de mayor talento que ha defendido la zamarra celeste, amenaza ya con superarle.
Pero Rafinha no es Mazinho. El hijo es de un tipo más aguzado y desequilibrante del que fue su padre. La versatilidad y el desborde son probablemente sus mejores cualidades. Luis Enrique le ha empleado en diversas posiciones (su mejor rendimiento lo ha dado como extremo derecho, aunque también ha brillado como interior en ambas bandas) con excelentes prestaciones y ha sido, junto a Fabián Orellana y Nolito, el hombre más desequilibrante del Celta.
Rafinha domina, en realidad, todos los palos de la baraja: combina potencia y habilidad, velocidad y talento. Dotado de una visión panorámica del juego, ha heredado el sentido táctico de su padre, no le cuesta ver portería y domina como pocos el pase. Con el Celta ha anotado esta temporada cuatro goles y es, tras Fabián Orellana, el segundo máximo asistente del equipo, con cinco pases de gol.
Pero quizá el dato que mejor define su capacidad de desequilibrio es el número de faltas que ha recibido. Literalmente le han cosido a patadas. Rafinha es, después de Carlos Vela, de la Real Sociedad, y Diego Costa, la estrella del Atlético de Madrid, el futbolista de la Liga española que más faltas ha recibido (110) y fácilmente podría haber sido el primero en este apartado de no haber estado entre algodones los últimos dos meses de competición.
El camino de Rafinha hacia la cumbre no ha sido, sin embargo, fácil. Al futbolista cedido por el Barcelona le costó algún tiempo adaptarse a la categoría. Luis Enrique lo probó en distintas posiciones hasta dar con la tecla como extremo derecha, que es donde ha funcionado mejor. Los tres primeros meses fueron de adaptación pero en cuanto cogió carrerilla solo las lesiones y las patadas pudieron frenarlo. Rafinha se convirtió en sinónimo de desequilibrio. Los elogios que le llovieron desde los medios de comunicación nacionales no le alteraron su temperamento fue in crescendo hasta que un golpe en un dedo el pie izquierdo obligó a Luis Enrique a dosificarlo. Su último partido como celeste lo jugó frente al Madrid. Sus lágrimas al ser sustituido anticipaban su despedida. Su paso por el Celta ha sido fugaz pero ha dejado una profunda huella.
Julio Bernardo / Faro de Vigo
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