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Foto: Claudio Villa |
Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que cada visita del Celta al Santiago Bernabéu constituía toda un acontecimiento, no solo por la amenaza que los vigueses suponían para el Real Madrid, sino por el juicio al que el senado blanco sometía a Víctor Fernández. Era a finales de los años noventa, en esos días en que la brillantez del Celta contrastaba con la inestabilidad del equipo blanco que engullía entrenadores con asombrosa facilidad -Jupp Heynckes, José Antonio Camacho, Guus Hiddink, John Benjamin Toshack...- y que solo terminó cuando alguien tuvo el sentido común de sentar a Vicente Del Bosque en ese banquillo. En las vísperas de aquellos enfrentamientos en el Bernabéu se hablaba sobre todo de Víctor Fernández. Respaldado por el juego casi mágico del Celta el maño aparecía siempre en el coliseo blanco como el meritorio que acude al examen decisivo para su carrera con miles de jueces en la grada pendientes de lo que es capaz de hacer. Para los medios de la capital no existía otra cosa que el "equipo de Víctor Fernández" y según su criterio el técnico se jugaba en esos días muchas de sus opciones de aspirar al codiciado puesto. Fernández lo sabía y coqueteaba con los medios madrileños de forma evidente aunque esa puerta, la del Bernabéu, nunca llegó a abrirse para él pese a los evidentes esfuerzos y méritos que aquel Celta hizo para ello.
Salvando las distancias que existen entre Víctor Fernández y Luis Enrique, esta semana vuelve a producirse una situación similar a cuenta de la visita del Celta al Camp Nou para enfrentarse al Barcelona. El técnico asturiano, que regresa al estadio en el que jugó ocho temporadas y donde posiblemente ofreció lo mejor de su amplísimo repertorio, hace tiempo que es señalado por el famoso "entorno" azulgrana como uno de los aspirantes a ocupar el sitio de Gerardo "Tata" Martino en el supuesto de que el argentino y el Barcelona decidan romper su relación a la conclusión de la presente temporada. Ha sucedido en varios momentos de los últimos meses. Cada varapalo al conjunto culé, cada partido decepcionante, conducía siempre a lo mismo, al cásting de entrenadores en el que nunca ha faltado Luis Enrique, como tampoco Valverde o Vilas-Boas. El actual técnico del Celta ya tuvo que lidiar con esos rumores durante el verano, en los días en los que el Barcelona buscaba contrarreloj a un sustituto de Tito Vilanova después de que éste renunciase al cargo debido a su enfermedad. Días en que muchos medios de la Ciudad Condal se aventuraron a señalarle como el elegido pese a que en Vigo no existía la mínima duda de que cumpliría su compromiso con el Celta. Solo una vez el club, en medio de aquella tormenta de rumores y preocupado porque algo de lo que se contaba a casi mil kilómetros fuese verdad, se decidió a preguntarle por lo que se decía a todas horas . En la concentración del equipo en Melgaço los dirigentes enviaron a Torrecilla en busca de una respuesta y el directivo deportivo se llevó un rugido del asturiano que presume de considerar sagrada la palabra dada o el contrato firmado. Solo él sabe hasta qué punto llegó la "curiosidad" blaugrana si es que existió. Es algo que el Celta no sabe ni sabrá posiblemente. Nadie ha vuelto a preguntar.
Meses después de Luis Enrique ha seguido hablándose en Barcelona con cierta frecuencia. Ha dado motivos él gracias a la más que decente temporada que está realizando al frente del Celta y también ha ayudado el escaso entusiasmo que despierta Martino. Son pocos los que creen que la vida del argentino en el banquillo del Camp Nou se extenderá mucho más allá de junio de este año y lógicamente la maquinaria se ha puesto en marcha. En los clubes grandes resulta indispensable alimentar los debates y lanzar nombres nuevos a los siempre exigente aficionados para tapar la decepción del úlimo domingo. Aunque la victoria en el clásico de esta semana aplaque un tanto la situación y conceda a Martino una pequeña tregua, en el Camp Nou se busca entrenador. Y en estas, con las oficinas del Camp Nou recibiendo currículos por docenas, Luis Enrique visita Barcelona con el Celta. Es inevitable que su presencia se convierta en el centro sobre el que gire en gran medida el partido. El Camp Nou, aunque ya se pueda haber hecho una idea sobre él, analizará al Celta con evidente curiosidad a la espera de alguna pista que le diga si está preparado para asumir esa responsabilidad.
A diferencia de Víctor Fernández, Luis Enrique vive esta situación con evidente indiferencia. No ha cambiado sus rutinas y difícilmente lo hará. Tampoco se ha pavoneado por los medios ni le ha puesto ojitos a los generadores de opinión catalanes. Su alergia a los medios de comunicación, entre otras cosas, se lo impide. Queda por ver cómo despacha las preguntas que le lloverán durante las dos próximas ruedas de prensa en relación a ese asunto. Seguramente no tenga ninguna clase de interés por avivar ese fuego y zanje el tema de inmediato. Lo que no evitará es que en Barcelona la noticia de esta semana, al margen de la renacida pelea por la Liga, sea el hecho de que Luis Enrique visita al Barcelona y que por primera vez va a sentarse en la zona de banquillos del Camp Nou. Para muchos ese será algún día su puesto de trabajo.
Juan Carlos Álvarez / Faro de Vigo
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