No por previsibles duelen menos la derrotas. Sobre todo si el regusto que dejan es de que el Celta se inmoló en el arranque ante un Barcelona que salió con las pulsaciones que exhibió en el Bernabéu el domingo. El Celta se dejó la identidad en los vestuarios del Camp Nou, y tuvo que esperar a la vuelta del descanso para encontrarla. Pero ya era tarde.
El once: Madinda, al alza
Levi Madinda cotiza al alza en el Celta. Al menos, eso es lo que se extrae de las últimas alineaciones de Luis Enrique, que está confiando en el gabonés para el centro del campo, a donde ayer regresó un Álex López que se había quedado sin minutos en las últimas contiendas. El camino contrario siguió Nolito, que se quedó con las ganas de volver a pisar el césped del Camp Nou al apostar primero Luis Enrique por jugar con dos hombres arriba -Orellana y Santi Mina-, y más tarde por la veteranía de Bermejo.
La defensa: Un descontrol de cinco
A sabiendas de que tutear al Barcelona es un suicidio, Luis Enrique sacó su vena más conservadora. Tanto, que por primera vez en la temporada apostó por una línea defensiva de cinco hombres que hizo agua a las primeras de cambio. Con Aurtenetxe en el lateral zurdo, a Jonny le tocó ejercer de tercer central, y el resultado fue un descontrol grupal que el Barça se encargó de retratar una y otra vez. Entre el día aciago del vasco, Jonny que no encontraba su posición, la lesión temprana de Cabral y un Fontás al que no le sentó bien el regreso al Camp Nou, la primera mitad de la zaga céltica fue poco menos que una verbena. En el segundo acto, con defensa de cuatro, con Fontás incrustándose entre los centrales cuando era preciso, y Jonny como zurdo, la imagen mejoró mínimamente, aunque cada internada culé parecía querer sacar los colores al Celta.
El planteamiento: La identidad, en el vestuario
La vertiente conservadora del Celta naufragó ante un Barcelona que salió al cien por cien y que se encontró con un rival titubeante, casi asustado, y frío. Muy frío. Fue como si el Celta llegase tarde al partido y se encontrase de repente con un rival de otra galaxia que se dedicó a hacerle daño por las bandas, con pases filtrados y exhibiendo velocidad. Una velocidad de la que careció el equipo visitante en toda la contienda. Los vigueses jugaron al ralentí y ni siquiera en los contragolpes exhibían la chispa que el Camp Nou exige. Por si eso fuese poco, los de Luis Enrique se veían inoperantes en la presión ante un rival que sentenció demasiado pronto.
El giro: Lavado de cara
Con el partido decidido en la primera mitad, Luis Enrique decidió devolver al Celta su identidad. Recolocó las piezas, aligerando la defensa y recolocó a Jonny al lateral, avanzó metros a Fontás y pasó a jugar con tres hombres arriba. Con cada cuál en su sitio, y con el Barça levantando el pie, el Celta se pareció al Celta. Asomó mucho más a la portería de Valdés y disfrutó de algunas ocasiones, maquillando así en el segundo tiempo la pésima imagen del primer acto.
El ataque: Cambio de protagonistas
Mina y Orellana en el primer tiempo, y Bermejo, Augusto y Mina en el segundo, fueron las apuestas de Luis Enrique. Quizás sabiendo de la trascendencia del partido del sábado, el técnico prefirió guardar a Charles. Al fin y al cabo, la noche de ayer era solo para disfrutar. O al menos, en teoría.
Lorena García Calvo / La Voz de Galicia
0 comments:
Publicar un comentario