Al Celta le faltó avisar en la víspera que acudían a Barcelona con el ánimo de molestar lo menos posible y que el partido no era más que un simple trámite que cumplir antes de recibir al Sevilla el sábado en un partido que marcará mucho el destino del equipo de Luis Enrique. Es lo que trasluce del primer tiempo de ayer que acabó 2-0, pero pudo hacerlo con un resultado sonrojante para los vigueses. Porque el Celta resultó inofensivo, blando, despistado y muy vulnerable. Contribuyó a ello en buena medida el cambio de sistema ordenado por el técnico, pero también la flojera mental de unos jugadores que trasmitieron menos intensidad que los turistas chinos que acuden cada partido al Camp Nou. Nunca creyeron en la posibilidad del milagro y así es completamente imposible aspirar a que algo extraordinario se produzca.
Cinco atrás
Al margen de la alineación -de la que desapareció algún jugador pensando en el Sevilla- la gran novedad del día fue que Luis Enrique recurrió en defensa a una línea de cinco con Fontás en el medio, Jony y Cabral a su lado y Mallo y Aurtenetxe en los costados. Fue un absoluto desastre, un juguete que el Barcelona tardó cinco minutos en destrozar. Pocas veces se encuentran los de Martino un invento tan favorable para sus condiciones. Difícil entender el plan de Luis Enrique. El problema no fue tanto de los defensas (vendidos en casi todas las acciones) sino en las facilidades que encontraron los pasadores azulgranas. Con el teórico pivote (Fontás) clavado en el eje defensivo, la zona de creación del Barcelona era una páramo céltico por el que deambulaban Madinda y Alex. Eso le concedía a gente como Iniesta tiempo para mirar, buscar, medir, avisar y precisar sus envíos. Un pecado mortal. Solo el exceso de prisa de los azulgrana al buscar la espalda de los defensas del Celta, clavados como estacas, evitó que el daño fuese mucho mayor por la sucesión de fueras de juego que se produjeron durante ese primer tiempo. Pero el plan de Luis Enrique se demostró que no iba demasiado lejos.
Nada en ataque
Y en ataque no había noticias porque Fontás se encontraba demasiado desplazado en casi todas las jugadas y Alex y Madinda vagaban por el Camp Nou como si se hubiesen perdido en medio de un banco de niebla. Imposible circular, tener un poco la pelota, cambiar el ritmo o hacer llegar el balón a los de arriba, tan despistados y ajenos a la pelea como el resto.
Un poco de sensatez
Ocurrió entonces que con casi todo perdido en el segundo tiempo al Celta le dio por hacer lo que viene haciendo en los últimos meses y que le ha dado resultados. Y funcionó. El equipo subió la línea de presión, apretó al Barcelona, atacó de forma decidida y equilibró el partido. Una demostración de que hasta el descanso estuvo haciendo el canelo. Línea de cuatro atrás, Fontás de pivote y un poco de intensidad cambiar el partido. Pudo ayudar que el Barcelona sintiese que el partido ya era suyo y que hubiese bajado el pistón, pero el Celta del segundo tiempo tuvo personalidad, se hizo reconocible, fue con decisión a los balones decididos y no concedió las facilidades anteriores. Muchos futbolistas dejaron de ser testigos mudos del partido para tomar parte en él. Con el Barcelona se corre el peligro de que aún así te pinten la cara, pero eso se sabe antes de coger el avión. El asunto es competir y el Celta en el segundo tiempo lo hizo. Es lo que se le pide.
Bermejo
Apareció en escena después de un tiempo desaparecido y el hombre volvió a demostrar que es un jugador perfectamente aprovechable. Estaban los defensas del Barcelona disfrutando de una tarde en el balneario y los activó de inmediato. Estuvo dos veces cerca del gol, casi "afeita" a Song en un balón dividido y demostró que su orgullo permanece intacto. Mina, titular ayer, dice que Charles es su referente y que le gustaría parecerse a él. No es mala opción, pero tampoco estaría de más que tratase de asimilar algo de la fiereza de Bermejo. En fin, que la versión oficial dice que lo importante es Sevilla. Pues a ver si se demuestra.
Juan Carlos Álvarez / Faro de Vigo
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