Celtismo teñido de morriña


Foto: Jorge Santomé
El celtismo en la distancia se vive con la misma intensidad. Hay que sumarle algún que otro quebradero de cabeza derivado de los horarios y teñirlo con la morriña como sentimiento predominante. Lo cuentan representan representantes de la afición céltica esparcidos por la geografía mundial, que no solo no renuncian a seguir a su equipo, sino que se empeñan en darlo a conocer allá por donde pasan.

Asia: China. 
Álvaro Torras estudia este curso en Pekín, donde ha llegado a levantarse a las tres de la madrugada para ver partidos. «Por Internet a veces se corta, pero está la radio y que la familia y los amigos me los radian por Whatsapp», cuenta. Socio desde niño, nunca había estado sin acudir a Balaídos seis meses, los que lleva ahora. «Se echan de menos las previas, los recibimientos... El de este año ya se lo he enseñado a mis amigos de aquí cinco veces», cuenta. ¿Lo primero que metió en su maleta? «Dos camisetas, bufanda y fotos del año pasado, obvio».

Europa: Rusia.
Fran Galego lleva en San Petersburgo desde septiembre. Rojadirecta y Radio Vigo son sus aliados para no perder detalle. «Estoy informado siempre de lo que pasa y hablo del Celta a todo el mundo. Aquí por el nombre o decir que soy de Vigo, no tanto, pero si les dices Mostovoi o, sobre todo, Karpin, ya es otra cosa», cuenta. Con él tiene camisetas que lleva «con orgullo» a todos los lugares a los que va (han pasado por Chicago o Bratislava, entre otros) y una pulsera que no se quita nunca: «Dice ?Só ti podes entendelo?. Lo resume todo».

América: Canadá. 
Alejandra Aller ejerce de celtista en Calgary. «La progresión en mi vida en ese sentido no ha sido muy buena: de Balaídos a Madrid, y de Madrid a Canadá. Echo de menos ver los partidos con la gente de mi peña», dice esta miembro de Morriña. Alejandra ha encontrado a gente que «sorprendentemente, porque el fútbol no es popular», conoce al equipo. Al resto, se lo presenta ella: «Trato de que cada persona que me conoce sepa lo que significa el el celtismo. Les enseño vídeos del bengaleo y no se creen quesea un partido más y no una final. El otro día, cuando Canadá ganó en los Juegos en hockey, la celebración fue similar», cuenta.

Europa: Irlanda.
Álvaro Iglesias lleva seis meses en Dublín. Es de los que no se pierden un partido: «A veces encuentras algún bar que lo ponga, si no, por Internet», relata. La distancia ha hecho mayores algunos disgustos, pero en la capital irlandesa ha encontrado buenos remedios. «Estaba ilusionado con la vuelta de la Copa... Y para pasar el mal trago del 4-0 tuve que pedirme una pinta», bromea. Cuando le habla a la gente del Celta, algunos lo conocen. «A los que no, ya les cuento yo las gestas contra Milan o Liverpool».

América: EE. UU.
Karen Rodríguez asegura que la distancia desde que trabaja en Nueva York le ha provocado aún más ganas de seguir al Celta. «Lo echo muchísimo de menos. Mis amigos hasta me enviaron una camiseta por mi cumpleaños», recuerda. Tal es su morriña, que se plantea hacer algo al respecto. «Estoy pensando en crear un grupo en Facebook para conocer a más gallegos y celtistas. Con el tiempo, no descarto la idea de poner en marcha una peña», advierte.

América: Venezuela. 
Serafín Pellón, gallego emigrado a Caracas hace 40 años, puso en marcha hace cuatro la peña Xuntanza. «La empezamos en los malos tiempos. Es un pretexto para reunirnos, comer, beber y disfrutar, pero siempre con el Celta como tema de conversación», subraya. Se reúnen para ver los partidos y se nutren no solo de gallegos. «Ya hay algún venezolano. Lo malo es que cuando el equipo iba mal venían a pedirme explicaciones: "¿Pero qué les pasa?". Como si fuera entrenador. Me daba la risa».

Europa: Alemania. 
Manuel Marcelino, hijo de emigrantes gallegos, vive el celtismo en la localidad alemana de St. Georgen. «Aquí todo el mundo conoce al equipo porque está cerca de Stuttgart, al que el Celta ganó en la UEFA», señala. Y no tiene problemas para ver los partidos, «en el Club Español» de su ciudad, siempre con su camiseta puesta. Además, cada año hace coincidir sus vacaciones con el primer partido en Balaídos.

Miriam Vázquez Fraga / La Voz de Galicia

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