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Foto: Ricardo Grobas |
El celtismo no falló a la cita. A las siete de la tarde había convocada una quedada para recibir al equipo que, excepcionalmente, bajaba en el autobús a través de la calle Manuel de Castro para poder sentir el cariño y el calor de la afición. El día no acompañaba. Primero por tratarse de un viernes, en horario laboral, y con una lluvia fina que empapaba casi sin que uno se diese cuenta. Pero allí estaban unos cuantos celtistas animosos. Menos al principio, y más conforme se iba acercando el momento en el que los jugadores pasasen calle abajo.
El colorido de las bengalas, la animación de las gargantas alentando al unisono, y las emociones que inundaban la memoria colectiva de los allí presentes, convirtieron el momento en especial. Recordar aquellas tardes o noches del curso pasado, culminado con un final tan feliz, debía, necesariamente, augurar algo bueno. Los jugadores y el cuerpo técnico no son ajenos a estos sentimientos. Ellos pudieron notar el cariño de la afición, y fue su técnico, Luis Enrique, el encargado de darle voz al término del partido.
El entrenador asturiano expresó en la sala de prensa de Balaídos su satisfacción por la respuesta de la afición: "Me ha gustado mucho saber que contamos con el apoyo del público, no solo en el campo, sino dos horas antes, que hayan venido a ayudarnos nos encanta. Cuanto mayor sea la comunión entre afición y equipo, más fuertes seremos. Para nosotros es muy importante contar con el apoyo de la gente de esta manera, y sobre todo lo que luego ví en el campo cuando hemos encajado el cero a uno y vi a la gente sin perder nunca la paciencia", subrayó Luis Enrique.
Lo cierto es que alguna voz discordante sí que hubo, pero inmediatamente fue apagado por los cánticos de ánimo de la gran mayoría. La afición del Celta ha cambiado en los últimos años. Hoy son más los que animan al equipo, en cualquier situación. Al fin y al cabo, cuando peor van las cosas en el partido, seguramente es cuando mayor ánimo necesita el equipo. Y ahí es donde las aficiones marcan las diferencias. Y dos horas antes, también.
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