![]() |
Foto: Óscar Vázquez |
Las victorias…victorias son. Da igual cómo lleguen, siempre son motivo de celebración para el sufrido corazón celtista. La de anoche es un ejemplo. Falta de brillantez y construida sobre las ruinas de un rival de futuro oscuro como el carbón, reconforta como pocas por el hecho de producirse de nuevo en Balaídos, que empieza a ser la fortaleza que fue, y por suponer prácticamente la liquidación de un adversario directo por la salvación. Cierto es que el fútbol reniega de pronósticos tempranos, pero 11 puntos (más goal-average) y las sensaciones que desprende un Betis desahuciado invitan al optimismo céltico.
Pese a todo, el triunfo no admite la felicidad plena. El juego local dejó mucho que desear. El bloqueo visitante contribuyó a una goleada imposible ante otro púgil en las mismas condiciones. Al Celta le sobró espacio para atacar ante el desgobierno verdiblanco de la medular hacia atrás y le faltó la suficiente contundencia defensiva para evitar que el colista le hiciese dos goles y pudiese incluso lograr alguno más. Por momentos, el choque se convirtió en un correcalles al que los de Luis Enrique fueron incapaces de poner control. Se jugó a lo que un Betis desesperado quiso jugar, no a lo que al Celta le interesaba. Hombres clave en el engranaje defensivo como Oubiña y Fontás no tuvieron su día, especialmente este último. Tampoco ayudan los continuos cambios de hombres del técnico asturiano. Recuperar la fortaleza atrás es clave para crecer.
Porque arriba hay dinamita. Charles sigue haciendo goles y firmando actuaciones notables como la de ayer. Su movimiento en el gol, precedido de la enésima subida correcta de un Hugo Mallo siempre notable, es digno de estudio en las escuelas de delanteros. Rafinha, por fin regular, es ya ese futbolista diferente capaz de decantar un partido. Su asistencia en el primer gol, justo cuando Balaídos temía una nueva sesión de terror, modificó el rumbo del encuentro. Y qué decir de Orellana, un hombre nuevo de dos meses a esta parte. Habría que preguntarle a Luis Enrique cómo narices ha convencido al chileno del potencial que escondía su timidez y falta de confianza. Hoy por hoy parece capaz de todo y su continuidad en el once no se discute. Viaja hacia Brasil a bordo de sus diabluras.
Granada espera. Ciudad que le debe mucho al Celta. Allí volaron un ascenso y un triunfo merecido que impidieron los guantes de Toño. Ganar junto a la Alhambra supondría de una vez por todas ese salto hacia la calma que tanto ansía el celtismo. Las dichosas dos victorias consecutivas. Exigirá, eso sí, una mejor versión que la de anoche. No siempre habrá un zombie del que aprovecharse.
0 comments:
Publicar un comentario