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Foto: Jorge Landín |
Bob Dylan
cantó hace casi cuarenta años ‘”I’ll give you shelter from the storm”. En
la noche de ayer, asolada por la llovizna, el Celta comenzó en medio de muchas tormentas.
El Betis, herido y con nuevo entrenador, se quiso aprovechar. Salió todo el
equipo empapado, aturullado, desconcertado. Sin la intensidad defensiva que le
había caracterizado en las jornadas anteriores y sin claridad a la hora de
mover el balón ya fuese por error en el pase o por falta de ayudas en el
desmarque. Menos mal que la cosa duró apenas quince minutos.
Como cantaba Dylan, el Celta encontró un refugio. Se lo proporcionó
la fe en la superioridad que de facto tenía sobre el equipo andaluz. Ni el
efecto motivador del entrenador argentino, aspecto que se puso de moda sin
tener en cuenta que Cholo sólo hay uno, fue quien de tapar las carencias de un
conjunto que no es colista por casualidad. Lo único que había que hacer es
poner la quinta marcha. Por mucho que los sevillanos tuviesen el medio del
campo, línea en la que poseen jugadores de sobra para dominar. Por mucho que
sus delanteros pusiesen el grito en el cielo. Todos sabemos, especialmente los
vigueses, que la permanencia se construye desde la defensa. Y ayer ganó la
menos mala.
El Lucho decidió alinear a David Costas en lugar de Cabral
para sorpresa de todos. Cuando la zaga parecía ya apuntalada, un nuevo cambio
provocó las dudas. Fuese por eso o por la mala tarde de un Fontàs que alternó
aciertos con errores, la fragilidad defensiva del equipo volvió a preocupar. Claro
que en la acera de enfrente estaba el desastre absoluto. No necesitó mucho el
Celta para marcar el primer gol. Centro lateral y cabezazo de un Orellana
soberbio. Poco después se repitió la misma jugada pero fue Charles quien cabeceó.
Ya llovía menos.
Tuvo desde ese momento el dominio el equipo vigués. No hubo
dudas y se encararon buenos minutos de juego merced a un Betis al que le
pesaban las piernas y la cabeza. Así llegó el tercer gol, de bella factura,
otra vez de un Orellana que llama a las puertas del seleccionador de su país. Casualidad
o no, lo importante es que el Celta se beneficie de su buen estado de forma. Así
como del de Charles, auténtico estilete en el partido de ayer. De espaldas, en
la lucha, en el pase, en el gol. Todo lo hizo bien y todo tuvo sentido. Lejos
quedan los fantasmas del Bernabéu.
La segunda parte se jugó con las prisas del Betis. El equipo
local decidió, para bien y para mal, que el partido se volviese un poco loco. Y
así sucedió que llegó el cuarto gol tras la entrada de un Nolito que necesita
conectarse. Buenos minutos los suyos demostrando que todavía puede dar mucho al
equipo. Y a partir de ahí el Betis empujó más por corazón que por mérito. Y
como el Celta defendió mal, Yoel incluido, el gol no se hizo mucho de rogar. Rubén
Castro, un muerto muy vivo, consiguió su doblete y a punto estuvo de firmar el
terceto. Pero el tiempo se agotó y lo único que ocurrió fue una salvajada de
Cedric a Rafinha. Roja directa y el partido diluyéndose.
Victoria, pues, importante. Pero engañosa teniendo en cuenta
las carencias del Betis en la retaguardia. Urge encontrar el tono defensivo de
nuevo aunque la intensidad a partir del minuto quince fuese la adecuada. El
descalabro, de haber fallado más todavía, se pudo haber certificado. Por suerte
la tormenta cesó y el equipo, como decía Dylan, encontró un refugio de manos de
la fe.
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