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Foto: Marta Grande |
El curso anterior se mostró el Celta excesivamente ambicioso
con un torneo que hace tiempo que está dirigido para los más grandes. Los
sueños de campeón se esfumaron en aquella infausta tarde sevillana en la que el
equipo vigués rozó el primer título de su historia contra el Real Zaragoza. Así
que en estos tiempos de ‘fútbol moderno’ politizado y lleno de marketing sin
piedad, la Copa
se aventura como un camino en el que probar y divertirse.
Así lo vio Luis Enrique en el partido disputado ayer, con un
frío invernal, ante un Athletic de Bilbao que sí se marca el viejo torneo del
K.O. como objetivo. La alineación respondía a la coherencia: la Liga es nuestro hábitat y en
ella hemos de sobrevivir. Por lo tanto algunos de los imprescindibles se
quedaron fuera o por precaución o por descanso. Augusto y Fontás, lesionados;
se unieron a Charles, Oubiña y Toni en la grada para contemplar el que sería un
buen partido de los del Lucho.
Todo apuntaba a Álex López como pivote en el medio del campo
pero, ya habituados a las sorpresas, los espectadores vieron cómo el danés
Michael Krohn-Dehli se insertaba en el origen del juego cual Xavi Hernández
teñido de rubio. Ya había demostrado sus dotes de mando en el mismo torneo el
curso pasado contra el Real Madrid, pero lo de ayer lo confirma como un jugador
más que válido para tal cometido. Salvo algún despiste en el pase que pudo
costar caro, el internacional por Dinamarca fue una de las mejores noticias del
encuentro distribuyendo sin parar de balones a los delanteros y arrancando como
hace tiempo que anhelábamos desde la grada. Generoso en el esfuerzo y siempre
bien colocado, ‘Dehlicatessen’ llama a la puerta de la titularidad yendo de
menos a más.
Comenzó el Athletic golpeando. Era de esperar que el dominio
vasco se hiciese presente contando con los Mikel Rico, Iturraspe y Ander
Herrera en la sala de máquinas. Pero por suerte o por virtud el Celta no se dejó
dominar. Rompió las cadenas en el último tramo de la primera parte y ya nunca
se volvió a sentir a merced en lo que quedaba de encuentro. Una doble ocasión de
Herrera y Muniain desbaratada por un gran Sergio Álvarez y un error defensivo a
balón parado que desaprovechó San José fueron las únicas ocasiones claras que
tuvo el equipo de Ernesto Valverde. El resto, igualdad. Dos equipos nobles e
intensos que regalaron un bello partido a sus aficiones, hermanadas una vez más
en las gradas disfrutando de una fiesta del fútbol ajena a los tormentosos
dominios de los grandes abusones.
A la fiesta se sumó Santi Mina para celebrar su mayoría de
edad. Suyas fueron las oportunidades más claras jugando, por fin, como nueve
referencia. Muchas alegrías va a dar este hombretón con cara de niño cuya
potencia en el desmarque e intuición para el gol regaló el único tanto de la
noche. Emocionado y exaltado, el campo se identificó con el arrojo del chaval y
esbozó una sonrisa que ya no se borraría. Se multiplicaría, además, con la
entrada al campo del eterno Super-Mario Bermejo. Gran noticia su vuelta, tras
intensos meses en el dique seco, al verde en la posición que más le hace
disfrutar y que Paco Herrera le negó en los dos cursos anteriores: la de
delantero clásico de área. Desde allí demostró que no se ha olvidado de cómo
funciona esto: grandes controles y aperturas fajándose entre los duros Gurpegui
y San José. Sin duda la mejor noticia posible.
El Celta y su afición, que respondió a la llamada con
jolgorio, se regalaron un homenaje copero. Sea cual sea el resultado final de
la eliminatoria, es para estar satisfechos. Sin los más habituales el equipo se
reivindica y va a más en Balaídos. La moral comienza a reflejar superávit en el
contador olívico. Sin volverse locos, teniendo claros los objetivos y con la
firme intención de encadenar por fin dos victorias consecutivas en Pucela. El
tiempo dirá si este equipo comienza a crecer o vuelve a los temidos errores del
pasado.
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