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Foto: R. Gómez |
El once: El lateral, para Aurtenetxe
El espléndido partido de Jonny ante el Athletic y que Toni se quedase fuera de la convocatoria hacía pensar que el canterano sería el elegido para defender el costado zurdo. Sin embargo, Luis Enrique prefirió echar mano de un Aurtenetxe que poco ha participado en su puesto natural y al que sus oportunidades como central no le han ayudado a coger confianza. Orellana, que lucha por resucitar su mejor versión, también fue uno de los sacrificados, en beneficio de Nolito, mientras que Krohn-Dehli, una de las notas más claras de calidad del equipo, ni tan siquiera tuvo minutos.
La apuesta: Una disputa por el balón
El Celta fue capaz de liderar el partido en la primera mitad. Con el trivote con Oubiña, Augusto y Álex López como protagonistas, consiguió hacerse con el control del juego en un partido disputado, pero cuya resolución se pospuso para el segundo acto, cuando el marcador ya marcaba el tempo.
La defensa: El dichoso flanco izquierdo
Cabral y Fontás fueron la pareja de centrales por la que apostó Luis Enrique, y aunque pecaron en el primer gol, hasta entonces habían protagonizado un partido correcto. El argentino aporta resolución e intensidad a la defensa, y Fontás criterio. Al catalán además le tocó reforzar el flanco defendido por un Aurtenetxe superado por el ataque pucelano. La entrada de Costas con el partido decidido fue, cuando menos, sorprendente.
El ataque: Charles, cara y cruz
La expulsión de Charles fue el borrón a la grandísima primera mitad que el brasileño se sacó de la manga. El delantero, deslucido en los últimos compromisos, ofreció un recital en el primer tiempo que incluyó desde sus carreras por la banda para centrar a Nolito, a su cabezazo a balón de Rafinha que despejó Diego Mariño. El futbolista quizás pecó de inocente en la jugada de la tarjeta, en la que Diego Mariño jugó su carta y dejó a los vigueses con uno menos
Actitud: Nada que reprochar
Tanto con el marcador a ceros como con el 2-0 el Celta luchó con uñas y dientes. Los de Luis Enrique, tras encajar el segundo, no cayeron en la desolación, sino que se fueron arriba. El tercero de la tarde de Javi Guerra fue un excesivo castigo.
Lorena García Calvo / La Voz de Galicia
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