Balaídos agarrota al Celta


Foto: Xoan Carlos Gil 
El Celta se ha quedado seco en Balaídos donde no ha sido capaz de marcar un solo gol en los últimos cinco partidos. Una ceguera sin precedentes en la historia de Primera División. En anteriores ocasiones (Granada, Espanyol o Levante) los vigueses han podido utilizar el pretexto de la falta de acierto, la mala suerte o la angelical actuación del portero rival, pero no hay coartada posible para la derrota de ayer. Los de Luis Enrique naufragaron de manera colectiva ante un Rayo Vallecano que cumplió al pie de la letra con lo que se esperaba de ellos. Llegaron a Vigo con su propuesta valiente y se llevaron con justicia la victoria ante un Celta que fue solo un cúmulo de buenas intenciones, pero todas ellas desorganizadas. Trashorras se metió al medio del campo de los vigueses en el bolsillo y a partir de ahí el Celta fue un ejercicio de importencia del que no se salva casi nadie. Solo Augusto y Fontás salvaron la cara en un día de evidentes ausencias y de actuaciones individuales alarmantes y que deberían conducir a una profunda reflexión en el club y en el banquillo vigués.

El partido solo necesitó tres minutos para desorganizarse, para alborotarse de manera incomprensible por la rapidez en la que el choque entró en esa dinámica. El Rayo Vallecano propuso el intercambio de puñaladas, que es donde más cómodo y feliz se siente. Y el Celta aceptó ese desafío convencido de que le favorece medirse a equipos generosos con el espacio y algo descuidado a la hora de presionar. Una perspectiva errónea porque los de Luis Enrique no fueron capaces de ajustar su velocidad a la del Rayo Vallecano y, sobre todo, a la que imponían Trashorras y Saúl. Siempre llegaron un segundo tarde, había un punto de desajuste en la presión que casi siempre permitía la salida a campo abierto de los madrileños. Una situación muy delicada porque exponía en exceso a jugadores como Toni y Costas -que ocupó el sitio de Cabral y fue la única novedad con respecto a la alineación de hace una semana en Sevilla-. El naufragio de ambos fue muy evidente. El improvisado lateral de Luis Enrique sigue siendo un filón para el rival y a Costas le faltan aún muchas horas en el horno. La espalda del joven central la buscó Viera de forma insistente en una demostración evidente de que Jémez conocía las rendijas del Celta en defensa. Explotó la banda derecha con saña mientras los vigueses se veían incapaces de encontrar solución para frenar aquella sangría. Mediada la primera parte Tito arrancódesde aquel sector para enviar un certero pase a Viera que superó a Yoel por bajo. David Costas solo pudo perseguirle de forma desesperada.

El gol puso en evidencia muchos defectos del equipo, que bajó un poco las orejas, algo que el Rayo estuvo cerca de penalizar con el segundo gol. Es como si dudasen de las posibilidades de levantar un partido que había nacido torcido. Fueron muchas las ausencias en un momento clave para revolverse contra el marcador. Oubiña estuvo ausente por completo, Alex solo apareció a cuentagotas -y es un futbolista clave para medir la temperatura del Celta- y el trío de ataque (Nolito, Mina y Charles) estuvieron completamente negados. No se les puede discutir el esfuerzo, pero la verdad es que no dijeron gran cosa. Aunque el partido seguía abierto y alocado por expreso deseo del Rayo, el Celta acusó la falta de fútbol casi tanto como sus lagunas en la línea de atrás. Y sin sala de máquinas no se ganan los partidos salvo que en el área rival tengas un asesino y no es el caso del equipo de Luis Enrique.

La cosa no cambió demasiado cuando después del descanso el Rayo Vallecano hizo reposar el partido. Trató de guardar un poco la posición y el Celta intentó empujar casi siempre por la banda de Nolito. Generaron ocasiones porque los de Jémez son también unas madres en defensa y suelen hacer concesiones alarmantes, pero la efectividad de los vigueses en Balaídos es nula. No es casual que hayan firmado cinco semanas sin marcar ante su público. Paco Jémez movió el banquillo en busca de aire en el medio del campo; Luis Enrique dio entrada a Rafinha antes de tomar otra decisión discutible. Retiró del campo a Oubiña -que estaba haciendo un partido nefasto- por Krohn-Dehli y jugar sin medio defensivo. Resultó que el Rayo se ordenó un poco más más y el Celta se hizo un lío fenomenal. Aunque los vigueses eran capaces de llegar al área rival, lo cierto es que los madrileños manejaban el partido, su ritmo y sus sensaciones. Y el segundo gol vino a ser un compendio de todo lo que había sucedido antes. Una mala presión del Celta y una salida cómoda del Rayo por la banda defendida por Toni. El céltico le dio todo el tiempo del mundo a Embarba para que centrase y Larrivey se adelantó a Costas para marcar de cabeza el segundo gol y dejar a los vigueses sobre la lona. El orgullo les dio para generar un par de ocasiones que le hubieran concedido una mínima esperanza pero en Balaídos parece que se les ha negado la suerte y el fútbol. La solvencia fuera de casa se transforma en dudas, desconcierto y desorden cuando se ven ante sus aficionados que es donde al final uno se juega supervivencia.

Juan Carlos Álvarez / Faro de Vigo

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