Un paseo hacia la preocupación


Foto: Jorge Landín 
El ánimo de la afición va ligado, principalmente, a lo que sucede sobre el terreno de juego. Pero hay más factores a tener en cuenta, como lo acaecido en campañas anteriores, la solidez del proyecto o el atractivo de las nuevas incorporaciones cuando el campeonato está a punto de empezar. El Celta inició el curso con la ilusión en máximos históricos. Por la milagrosa salvación de la temporada pasada, por la identificación del celtismo con la interminable hornada de canteranos que nutre el primer equipo, por la ansiada llegada de Rafinha -hijo del recordado Mazinho- y por el fichaje como técnico de Luis Enrique, histórico jugador y uno de los representantes de la filosofía de juego predominante en el fútbol de hoy en día, ésa que encontró su máxima expresión en el Barcelona de su ex compañero Pep Guardiola y en la selección española, todo ello amplificado por los buenos resultados y mejores sensaciones de las primeras jornadas. Sin embargo, en apenas una semana, esa euforia que reinaba entre la afición celeste ha dado paso a las primeras dudas surgidas desde la llegada del técnico asturiano. Porque los resultados ya no llegan, las buenas sensaciones forman parte del pasado y algunas de las decisiones tomadas por Luis Enrique -sobre todo las que adoptó en Getafe- han suscitado no pocas críticas.

En cambio, todo lo dicho no vale de nada cuando arranca un nuevo partido. La cabeza, el corazón y el alma de la hinchada se resetean. Y se vuelca con su equipo. Vuelve la alegría pese a lo acontecido en el Coliseum Alfonso Pérez, vuelven los cánticos de siempre y los más originales del tiempo presente. El manido '¡Gol de Demidov!' basta para olvidar los problemas del Celta a balón parado. El '¡Augusto, qué gusto!' sirve para obviar los errores que permiten a Manu del Moral plantarse solo ante Yoel no en una sino en dos ocasiones, ambas resueltas sin acierto. Mientras, un nuevo resultado va tomando forma y el subconsciente emerge del interior de esos celtistas de gargantas rotas que empiezan a comprobar cómo la realidad no siempre responde a lo soñado.

Con el cronómetro en marcha, aún llueven los aplausos a carreras demagógicas que acallan los por el momento aislados silbidos a pases errados y entrenadores equivocados. Pero cuando el tiempo se para, la ilusión se aparta a un lado. La ira hacia el árbitro, que privó al Celta de un empate legal, ya no basta para ocultar esa preocupación latente entre el celtismo que el propio Luis Enrique ya no se molesta en ocultar: 'Cualquier dato de los que llevamos me preocupa'.

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